Santiago Posteguillo regresa de nuevo a Roma tras las dos triunfales trilogías que lo encumbraron como uno de los escritores más vendidos del panorama literario actual (las de Escipión el Africano y Trajano). Con Yo, Julia el éxito estaba además asegurado, ya que la novela ha salido a la venta con el espaldarazo de ser la ganadora del Premio Planeta 2018, un galardón que no está concebido desde luego para descubrir a nuevos autores sino para captar a lectores de todo tipo de la mano de nombres ya consagrados. Que el nuevo libro de Posteguillo esté centrado en el personaje de una mujer (Julia Domna, esposa del emperador Septimio Severo) puede ser interpretado como un claro guiño a la sensibilidad de nuestra época, en la que la igualdad de género se ha convertido en uno de los grandes motores de cambio social. En todo caso, en la historia de Roma no faltan las figuras femeninas de calibre (un ejemplo es otra Julia, la que fue esposa de Augusto y madre de Tiberio), por lo que tampoco cabe decir que la elección sea rebuscada.

Deudora en su título del enorme clásico de Robert Graves (ese Yo, Claudio que también fue inmortalizado como serie de la BBC), Posteguillo nos sitúa con Yo, Julia a finales del siglo II después de Cristo. Es la Roma del enloquecido emperador Cómodo (sí, el mismo de Gladiator). La urbe se sume en el desorden y el desenfreno y la temible guardia pretoriana se ha convertido en un verdadero poder fáctico, amedrentando cualquier disidencia por parte del Senado y dejando también claro que son capaces de quitar y poner emperadores si no se les paga lo suficiente. Finalmente Cómodo cae (a base de veneno rematado por un estrangulamiento, nada que ver la realidad con lo que vimos en el cine) y se abre un periodo de inestabilidad que da a pie a dos emperadores fugaces (Pertinax y Juliano) y a una guerra civil por el poder entre los gobernadores militares más relevantes al mando de sus legiones: Septimio Severo, Pescenio Nigro y Clodio Albino.

En este convulso marco emerge la figura de Julia Domna, apuntada por Posteguillo como la verdadera artífice de que su esposo lograra imponerse y llegar a ser emperador. Despreciada por las patricias romanas por su origen extranjero (era una siria de Emesa, la actual Homs), Julia nos es presentada como el cerebro en la sombra que impulsa constantemente a Severo en su camino hacia la gloria. En este punto, cabe decir que los acontecimientos históricos que se reflejan en la novela, tal y como sucede en toda la obra del autor, están recreados de forma fidedigna, quedando lógicamente en el campo de la interpretación personal toda la piscología y diálogos de los personajes. Julia aparece con una visión mucho más aguda que el resto, empeñada en dar origen junto a Severo a una nueva dinastía imperial.

Su tenacidad, desde luego, sí está acreditada históricamente: estuvo siempre junto a su marido en las campañas militares y, de hecho, recibió el título de mater castrorum por su constante presencia en los campamentos.

Posteguillo, filólogo y lingüista, se muestra de nuevo como un hábil narrador y logra que, a través de capítulos cortos y continuos cambios geográficos en la acción, el conocimiento que se trasluce en su relato se armonice siempre con una trama fluida. Del Coliseo o el Palacio Imperial de Roma pasamos a la lejana Panonia, a Britania o a Antioquía. El libro también nos deja la minuciosa descripción de dos tremendas batallas, la de Issus y la de Lugdunum, donde Severo consiguió derrotar respectivamente a Nigro y a Albino, sus rivales por el control del Imperio. Claro que la sangría que dejó todo este conflicto también lastró a Roma de cara al futuro, algo que se confirmó durante el turbulento siglo III.

Por Yo, Julia desfilan además personajes tan famosos como Galeno, uno de los médicos más conocidos de su época y que sirvió a varios emperadores romanos. Posteguillo introduce también personajes ficticios como Salinatrix, esposa de Albino, con la que busca escenificar el desprecio que las élites romanas dispensaban a extranjeros como Julia. Muy reveladores son también los esclavos Calidio y Lucia, en los que el autor muestra la cotidianidad de muchos siervos de la época romana.