¿Cómo es esto? John Connolly, el maestro de la novela negra, reconvertido en un autor de cuentos infantiles. El escepticismo que pudiera suscitar semejante afirmación en el lector se diluye con las primeras páginas. Porque ni estamos ante un libro infantil ni Connolly cede en su conocido talento narrativo para escribir una fábula peculiar, en la que se ayuda de los conocidos cuentos infantiles de los Hermanos Grimm, para profundizar en conceptos tan cotidianos de la vida como lo son el miedo, la esperanza, el dolor, la evasión y los celos. Reeditado por Tusquets, El libro de las cosas perdidas sitúa al lector en la Inglaterra de los primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Aunque este marco pronto se convierte en secundario porque el desarrollo de la acción sucede en un mundo muy distinto. El mundo, que por momentos comparte la crueldad atesorada de la aviación nazi, es el mundo que se va trazando y abriendo camino en la imaginación del joven David, el protagonista indiscutible de este libro.

David es un niño que se ve golpeado muy pronto por el destino. Su madre fallece de una enfermedad incurable. Su padre, al que se agarra como único elemento de estabilidad, encuentra pronto consuelo en otra mujer, con la que llega a tener un segundo hijo. David, como cabe esperar, no acepta a su nuevo hermano y se siente desplazado. Un extraño en el cuadro de felicidad que ha dibujado su padre, la personificación del elemento discordante. Para evadirse de una realidad en la que no se siente cómodo, David se encierra en su cuarto y empieza a construir su propio mundo a raíz de las historias y de los libros que le ha dejado su madre, y que tantos buenos momentos le habían hecho pasar junto a ella. La Segunda Guerra Mundial no es el marco principal, pero sí es un hecho que imprime un estrés añadido a la complicada convivencia entre David y su madre adoptiva. Es cuestión de tiempo hasta que llegue la disputa más sonada y David se sumerja de manera definitiva en otro mundo que surge de su propia fantasía. Este mundo, mejor dicho reino, es más brutal y realista que el de los cuentos populares. Si bien es cierto que el lector se topará con algunos de los protagonistas más conocidos del imaginario Grimm, éstos se encarnan de manera muy distinta, despojados completamente de cualquier inocencia.

En ningún momento El libro de las cosas perdidas se convierte en algo tedioso. Todo lo contrario. El estilo depurado de Connolly describe a la perfección las necesidades familiares de un niño en apuros, que trata de digerir sus miedos y su ira, hasta el punto de que el lector se siente identificado con algunos episodios oscuros de su propia vida. El libro, ilustrado por Riki Blanco, se convertirá en una sorpresa agradable para todo el que se atreva con una obra que, es verdad, no seduce directamente en las estanterías.