El invierno de mi desazón es la historia de Ethan Allen Hawley, un americano honesto, que pasa sus días recordando la gloria familiar ya perdida, mientras trabaja como dependiente de una tienda de comestibles, que una vez fue de su familia. Al igual que su padre antes que él, Ethan ha perdido la codicia de sus antepasados, y con ello lo que quedaba de fortuna familiar. A la edad de treinta y seis años, todo lo que le queda es una antigua casa de Hawley, un par de niños francamente envidiosos, y los ahorros que su paciente, y bella esposa irlandesa, Mary, heredó de su hermano.

Publicada en 1961, esta novela menos conocida fue la última obra de ficción de Steinbeck, antes de su muerte en 1968. En ella el autor se plantea qué delitos cometería el hombre si supiera que no lo atraparían. ¿Podríamos engañar, robar o traicionar a nuestros amigos para salir adelante si pudiéramos salirnos con la nuestra? ¿Alguna vez ha mentido acerca de sus impuestos, ha plagiado un documento o engañado en un examen? Si es así, ¿te molestó tu conciencia después, o te dijiste a ti mismo, como dice el hijo de Ethan al final de la novela, que «todo el mundo lo hace, simplemente lee los periódicos». ¿Importa realmente la ética personal?

Ethan se nos presenta al principio como el hombre honesto que encarna los valores tradicionales americanos de integridad y honor. Pero pronto comienza a estar sujeto a una serie de tentaciones de sus vecinos para que recupere su antiguo esplendor familiar. Un amigo le da consejos sobre cómo robar el banco; el banquero, le aconseja que invierta la pequeña herencia de Mary; su jefe, un italiano emigrante, le abre el camino a que engañe a los clientes; un vendedor le ofrece un soborno a cambio del negocio de la tienda, y su familia le dice que desearían tener más dinero para poder mantener la cabeza alta y comprar un televisor, un coche y nuevos muebles.

Al principio, Ethan demuestra su integridad inherente (y heredada) al hacer frente a estas muchas ofertas no éticas. Pero, finalmente, la presión de la evidencia lo convence de volverse cínico y oportunista como ellos y decide elaborar un plan para recuperar las riquezas que su familia alguna vez conoció. El plan de tres partes consiste en robar el banco; entregar a su jefe italiano a las autoridades de Inmigración para quedarse con la tienda; y apropiarse de la única parcela libre que tiene el pueblo, propiedad de su amigo alcohólico Danny Taylor al que induce al suicidio. Cuando Ethan pone en práctica su plan, se convence de que los medios para obtener la riqueza que ganará están justificados porque la inmoralidad es el método utilizado por los ricos para obtener riquezas.

Steinbeck muestra la consternación al atestiguarla «la caída» de Ethan en el atolladero de la amoralidad y el oportunismo modernos. Solo se salva del borde de la destrucción total por coincidencia, cuando descubre que su hijo plagió el ensayo con el que acaba de ganar un concurso nacional. Es entonces cuando el adolescente le dice: «¿Y eso a quién le importa? Es algo que hace todo el mundo. ¿No lees los periódicos?» Es entonces cuando se da cuenta que su hijo no es más que un reflejo de su propia conducta.

Steinbeck toma una de las frases iniciales de Ricardo III, de William Shakespeare: «Ahora es el invierno de nuestra desazón», para dar título a esta potrera novela. Shakespeare retrata a Ricardo como un villano amoral cuyo ascenso al poder maquiavélico se basa en los asesinatos de su hermano, el rey Eduardo IV, y los dos príncipes Eduardo y Ricardo, que son herederos del trono.

Steinbeck usa el libro para condenar el creciente materialismo y la aceptación social de las prácticas comerciales sucias que estaban infectando, a su juicio, a la sociedad estadounidense de finales de los años 50 y principios de los 60, mientras pasaba de una cultura basada en valores a una materialista. Esta meditación sobre la ética y la inmoralidad pública es lo que hace que El invierno de mi desazón entronque con sus primeras obras maestras, Las uvas de la ira y Al Este del Edén.