Hay libros cuyos títulos suenan al verso de una caricia en oleaje, o a la imagen de un oráculo al que deshojarle su significado oculto. Le ocurre a El viento entre los lirios cuya pronunciación evoca el romanticismo de esos paisajes de las novelas del XIX en las que las emociones son la épica de un drama, el relato de las peripecias y quiebra de un sujeto que sueña con la libertad o con un amor más o menos imposible o condenado. Pero no, no contienen las historias de este libro acantilados ni brumas, amantes al límite, duelos entre la vida y la muerte, ensimismamientos del corazón ni la tragedia de una identidad frente al espejo de la locura y sus borrascas. Argumentos que antaño llegaban por mar como si los libros fuesen barcos en los que enrolarse frente al fuego durante los duros inviernos y su frio viento entre los lirios.

Aunque también podría jugar a la prestidigitación de lo literario y plantear la duda acerca de que tal vez sí contengan estos relatos, breves, sutiles, ajustados en el ritmo cronopio de su relojería y en la borgiana hora final en las que las agujas de la prosa de Morales Lomas compone una figura, entre las diferentes clases de sonrisas y los diversos aspectos de un interrogante, todo esto que antes he nombrado. Es decir, acantilados como los que hay dentro de piezas como La balsa o La suicida. Amantes al límite al estilo de los de El pene curvo -excelente en el color de su lenguaje latinoamericano y su temperatura erótica- o de El sueño, para mí la mejor pieza de este compendio de cuentos. O tragedias de la identidad acerca de las que trata el bello y filosófico relato El secreto del agua, lírico en su atmósfera y desenlace, o el divertido en su ternura y frágil crueldad La grabación. Lo mismo que hay duelos entre la vida y la muerte en El verano, La rata -propio del extrañamiento de lo real- El Testamento -quizás el más flojo- o En algún lugar del corazón donde Morales Lomas despliega una brillante pieza de lenguaje cervantino. Hay otros que nos preguntan si el alma puede convertirse en mosca; si un cáncer se combate con un infarto; si una casa puede esconder el mundo secreto de una enfermedad hacia dentro, o si son mejores las rubias o las morenas para soñar un matrimonio. No faltan tampoco los que le dan una vuelta de tuerca a célebres cuentos de la infancia para devolverles lo que le quitamos a los Grim Broders; los que abordan el sueño de la migración desde el compromiso y la aceptación de la derrota, o el guiño a ese dinosaurio de Monterroso a cuya momia literaria habría ya que enterrar del todo, a pesar de que Morales la atreva a escribirnos.

Humor de doble filo, actualidad, metamorfosis, absurdo y bestiario es lo que contienen en precisas dosis -las pequeñas que por igual actúan como antídoto o como veneno- este libro en el que cada relato propone puntos de fuga, desmoronamientos súbitos, expectativas que se rompen, revelaciones de lo fantástico, malabarismos del lenguaje, precipicios y fisuras de una realidad convencional sobre la que se pone otro foco y se consigue deslizar al lector hacia la inesperada presencia del terror. Unas veces con aliento en corto, en forma de latigazo de paso, como si fuese la pintada de una pared que nos sale al paso entre un cuento y otro, otras adentrándose en las claves del micro cuento -siempre difícil de catalogar entre el apunte y la anécdota- y en ocasiones como relatos de medio aliento que suponen un fragmento carveriano de sus personajes. Criaturas todas a las que les toma el pulso de sus miedos y extrañamientos con humanidad de al lado, aunque en el fondo asoma el ingenuo caricaturesco del absurdo del maestro Azcona.

Pero sin duda, todos y cada uno son un lirio al que la prosa turgente, pulcra, de realismo contenido y de quiebro surreal los mueve a su antojo, en forma de viento para despeinarles el polen que cae entre las manos del lector, al mismo tiempo que al final de su lectura no reconocemos en la sonrisa que nos despierta.