Pessoa, en portugués significa, persona y Fernando Pessoa parece haber desenredado la noción de personalidad. Escribió libros bajo varios nombres y, como sucede con la figura mitológica de uno de sus poemas, se convirtió en alguien porque realmente no era nadie. Nuestra biografía es simplemente la historia de quien podríamos haber sido y no somos. Cada uno de nosotros es una multitud. Este tipo de pensamiento es aterrador y atractivo, y probablemente exagerado: como sugiere uno de sus personajes. Evidentemente nos parecemos más a nosotros mismos de lo que nos gusta confesar. Sin embargo, Pessoa ejerció una fina manipulación del pensamiento, convirtiéndose no en uno sino en cuatro poetas.

Nacido en Lisboa en 1888, educado en Sudáfrica, regresó a Portugal en 1905. Abandonó sus estudios universitarios, se ganó la vida como empleado comercial y traductor de las empresas donde trabajaba, publicó ensayos y poemas en revistas, dos pequeño libros en inglés, pero nada en portugués hasta Mensagem, en 1934. Fue aclamado como el maestro universal de la nueva poesía portuguesa. Murió en 1935, dejando tras de sí la obra de otros tres poetas, un trasunto astutamente urdido hasta las últimas consecuencias.

Escribió como el austero y tranquilo Alberto Caeiro, el clásico Ricardo Reis y el futurista Álvaro de Campos; e inventó biografías para respaldar el papel de sus heterónimos. Su Libro del desasosiego incluye una cronología con los nacimientos ficticios de estos poetas. Los pequeños relatos proyectan la personalidad más íntima del autor portugués, elijan la suya o las de sus heterónimos Otra cosa son los cuentos. Del más de medio centenar que escribió, sólo media docena, creo recordar, fueron publicados en vida, como es el caso de El banquero anarquista, uno de los más conocidos. El resto pertenece a ediciones posteriores y decir que Pessoa los concluyó no es una de las certezas de esta vida.

Acantilado acaba de publicar una nueva selección de Ana Maria Freitas, en la línea de A Estrada do Esquecimento e outros contos, que incluye una docena de relatos que definen a la perfección su inclasificable, plural y heterogéneo mundo. En ellos figuran las obsesiones que siempre lo acompañaron y, en buena medida, a los otros tres poetas que había en él. Como siempre estuvo preocupado por la locura, los cuentos le sirven como ejercicios de introspección. Pessoa dio sus primeros pasos literarios dentro de la narración corta.

Desde muy joven leyó a los escritores anglosajones, Dickens, Chesterton, Poe, Conan Doyle, O'Henry. Ahí, por así decirlo, empezó todo y, aunque circuló por otros caminos, nunca dejó de escribir novelas policiales y cuentos. Puede que sean precisamente estos últimos los que proyectan su personalidad más íntima. Elijan la que quieran. No pasa nada si prescinden de la moraleja, pero seguramente encontrarán situaciones interesantes en las pequeñas narraciones de Pessoa, algún que otro enigma, diálogos con el mendigo, el eremita o el borracho, o el que mantiene uno de los personajes con el marinero en el Cais das Colunas, esa extremidad del Terreiro do Paço que permite abrazar el río y divisar la outra banda de la eterna e incomparable Lisboa