Un grupo de enchaquetados prohombres, sombreros de copa en ristre, asisten junto a un acantilado a la ceremonia de concesión al sol de la medalla al mérito turístico.

En otra viñeta, un pintor de aspecto profundamente decimonónico tiene cogido por el brazo a un personaje de trazos picassianos al tiempo que le informa de que «queda detenido en nombre del sentido común». En una tercera viñeta, un joven le dice a un compañero: «A mí me parece que estoy estudiando para obediente».

Y hay que mencionar la escena en la que un hombre pregunta a dos mujeres: «¿Y vosotros qué analfabetismo le vais a dar a vuestros hijos, religioso o laico?»

Estos brochazos de ingenio pertenecen a Humores que matan, la recopilación de los mejores chistes del gran José María González Castrillo (San Sebastián, 1927-Madrid, 2003), cuyo nombre de batalla en el singular campo del humorismo gráfico fue el de Chumy Chúmez.

Publicado por Reino de Cordelia, como recuerda en la introducción el editor Jesús Egido, la tarjeta de presentación de Chumy Chúmez fue «el chiste independiente y políticamente incorrecto».

La selección permite apreciar la evolución del humorista, no sólo desde el punto de vista artístico sino sobre todo, del contenido de su obra, porque hasta los 48 años bregó con la dictadura y con muchos años de censura en la recordada revista La Cordorniz, mientras que su gran etapa de esplendor coincidió con el estreno de la Democracia y esa aventura de humor incorrecto que fue su revista Hermano Lobo, que tuvo como ejemplo a seguir a la publicación francesa Charlie Hebdó.

«¿Qué te parece España?», dice un personaje, y el otro contesta: «No sé, hace tantos años que no nos tratamos». Con ustedes, un humorista español de los grandes.