El amor, un tema tan simple como complejo al mismo tiempo que ha dado al mundo de las letras palabras que marcan para siempre. Escribir de sentimientos es recurrente desde tiempos inmemoriales, pero no por ello es fácil, porque no son necesarias tramas grandilocuentes para hablar de sentimientos, porque a veces las historias más sencillas son las que más perduran. Y una de esas historias es la que construye en Roma Anjana, una escritoria vallisoletana que con su primera novela deja claro que hay talento en las generaciones más jóvenes.

Publicada por Caligrama, uno de los sellos de Penguin Random House, es Roma un relato de caminos que se cruzan, de personas con vidas aparentemente normales tras las que se ocultan sus propios demonios, sus fallos e inseguridades. Porque si hay un punto a favor de esta novela es que la autora no dibuja la perfección. No, por ella se pasean personajes imperfectos, lo que los hace aún más reales a los ojos del lector, que puede encontrar similitudes en ellos. Roma tiene como protagonista a Elsa, una narradora omnisciente que cede su voz a otros en unos capítulos que van contando su historia de amor con Juan, pero también la de Cristina y Matías, compañeros de ambos en ese discurrir extraño que es la delgada línea que separa la felicidad del deber, lo correcto de lo impulsivo.

Roma tuvo su germen en los mundos virtuales, donde su autora ya logró captar la atención y reconocimiento de todo aquel que cruzó su destino con sus palabras. Y de ahí al negro sobre blanco en papel, aunque también está disponible en ebook. Es una historia más de amor, pero también es única a su manera, porque la escritora sabe manejar muy bien los diálogos, con un lenguaje sencillo pero que engancha, que no necesita de oropeles para llegar a conectar con lo que cuenta. Elsa y Juan se conocen por una casualidad poco casual, a través de sus otros dos amigos, que a su vez también viven su particular camino al amor. Pero el de unos y otros será un recorrido distinto, para Elsa y Juan estará lleno de piedras, colocadas la mayoría de veces por su orgullo y su recelo, el de Cristina y Matías será más placentero, y a los cuatro el camino los llevará a Roma, la ciudad eterna, el lugar donde el tiempo existirá de otra manera, para dejar que sea el corazón quien hable.

Y la sinrazón traerá presuntas equivocaciones que acabarán determinando unos finales que el lector deberá descubrir si son felices o no. Porque como escribe la autora «hay finales que son despedidas y finales con los que nunca terminarás de despedirte», porque hay momentos en que la vida te hace volar alto y otros en los que de repente te deja sentado en andenes por los que nunca pasa el tren. Y la felicidad, a veces, sólo a veces, es hacer del presente un futuro, y otras, como seguramente pensaría Elsa, es exprimir lo ya vivido con satisfacción y puede que nostalgia de las ciudades en las que ya no llueve. Así es la vida. Así es lo que Anjana nos cuenta en Roma.