Antes se había dado a conocer con la trilogía Berlín Noir, compuesta por Violetas de marzo, Pálido criminal y Réquiem alemán, protagonizadas por Bernie Gunther su personaje talismán. Kerr ha explotado la idea de justicia imposible, lo mismo que otros en la Italia fascita, la España de Franco o la Argentino de la dictadura militar . La cuestión que ellos plantean es la siguiente: en una dictadura donde mata el Ejército, donde mata la Policía, ¿puede existir un policía honesto que se limite a realizar su trabajo sorteando cínicamente lo que le rodea? La mayoría responderíamos que eso es imposible. Ellos responden que es posible, por eso crearon personajes honestos en medio de la barbarie represiva y criminal.

Ahora nos llega a las librerías Laberinto griego, una novela póstuma sobre el Holocausto de los judíos griegos. La novela arranca con Bernie Gunther en Munich en 1957, en plena Baviera, bajo el nombre ficticio de Christof Ganz y trabajando para una compañía de seguros. Un viejo conocido lo identifica y le ofrece un trabajo que no podrá rechazar: investigar la reclamación por el hundimiento de un barco que había pertenecido a un judío deportado a Auschwitz. El caso le llevará a Tesalónica y a la terrible historia de la deportación masiva de su población judía durante la Segunda Guerra Mundial. En sus páginas vamos a encontrar los elementos históricos que Philip Kerr domina a la perfección: la Alemania durante la República de Weimar, la subida al poder de Hitler, el régimen nazi, la II Guerra Mundial y la época de posguerra sobre todo con el gobierno de Adenauer, canciller de Alemania desde 1949 a 1963. En esta novela, además, Kerr nos ilustrará con los juicios a criminales de guerra en Grecia, como Arthur Meissner, y una protección velada y poco conocida hacia él de la reina Federica de Grecia, que era alemana. Así como la indemnización alemana a Grecia como pago a los daños de la guerra, una cantidad irrisoria de 115 millones de marcos, que apenas alcanzaban los 26 millones de dólares. En todo esto, su detective Bernie Gunther tampoco es capaz de descubrir donde se escondió o el camino que siguió el oro robado a los judíos de Tesalónica, que se calcula cercano a los diez mil millones de dólares en el mercado actual. Con ironía, Kerr termina la novela diciendo que no es necesario descubrir dónde se encuentra el oro ni quien lo robo, porque todo el mundo sabe que se lo apropiaron Clint Eastwood y Telly Savalas, como se documenta en la película Los violentos de Kelly.