Cuando el sucedáneo impone su ley llega el momento de recurrir a lo original, a la idea sin aditivos, liberada de prejuicios mercantiles y falsa objetividad. El feminismo, como tantas otras buenas causas, corre el riesgo de convertirse en enemigo de sí mismo y caer presa de las etiquetas o, peor aún, de una normatividad nociva elaborada por quienes se quieren adueñar de sus esencias. Ante semejantes riesgos o tentaciones, nada mejor que explorar el pensamiento de las pioneras, y en ese empeño Charlotte Perkins Gilman es una voz reconfortante y autorizada.

No era sencillo encontrar las obras de esta autora norteamericana que, tengo entendido, estaban traducidas y publicadas en España, El papel pintado amarillo, Despedida, Mujeres y economía y Si yo fuera un hombre. Por eso me parece una acertada decisión la nueva edición que Guillermo Escolar ha lanzado de Herland, que se suma a la traducción que publicó Akal el año pasado con el título Matriarcadia, y a la ya antigua (año 2000) publicada por Abraxas y titulada Dellas. Con el menos rebuscado título de El país de las mujeres, la aparición de esta novela viene a estimular un debate intenso, aportando un punto de vista interesantísimo que induce a la reflexión además de procurar una lectura tan atractiva que se presta al deleite.

Vaya por delante que no comparto la consideración de esta novela como la precursora de un supuesto género de ciencia ficción feminista, por reduccionista, pueril y oportunista. Pues en realidad, una vez leída la novela, concluyo que la auténtica ciencia ficción es la que estamos viviendo en estos momentos, en relación a la posición social de la mujer. Parto de la convicción de que para mí no hay diferencias entre hombres y mujeres más allá de lo que nos puede diferencias a todo ser humano de un semejante, y por lo tanto la consideración que se le dispensa a la mujer en la sociedad actual no obedece sino a prejuicios de índole cultural, basados en una concepción de la Humanidad absolutamente masculina. Las razones son más que prolijas y hay muchos y muy interesantes trabajos que abundan sobre ellas, a los que remito a los lectores para que se hagan una idea.

Lo importante de esta fábula sobre el encuentro de tres hombres con una sociedad formada exclusivamente por mujeres, es que Perkins aporta un elemento de estudio fundamental: la formación de la imagen femenina a partir de los atributos otorgados por el hombre a lo largo de la historia. Si a la mujer se la despoja de esos atributos ideológicos se convierte en un sujeto que no difiere en nada del hombre, por lo que su consideración no habría que establecerse en función de una diferencia esencial, sino en cuanto a su personalidad. Así, Perkins construye un relato fascinante en el que, mediante técnicas socráticas, explora las naturalezas de hombres y mujeres desmontando tabúes y convencionalismos. Su novela se convierte así en un auténtico estudio antropológico, sociológico y psicológico del que obtiene unos resultados asombrosos, que habrían de tenerse muy en cuenta para establecer la adecuada impresión sobre la realidad de hombres y mujeres. Sin estridencias ni discursos fatuos, alejada de ese estilo panfletario y aguerrido que contamina el estudio de género, Perkins ofrece con toda la sencillez de que es capaz una forma de resolver todas esas controversias, y convierte así su novela en una lectura indispensable para comprender las relaciones humanas, más allá de géneros y prejuicios obtusos.