La desigualdad es producto de las construcciones culturales que se han ido desarrollando a lo largo de la historia. Las interpretaciones de las religiones, los poderes políticos ... han ido asignando diferentes papeles a los hombres ya las mujeres, propiciando que, con el tiempo, la mitad de la población haya marcado las condiciones e impuesto el control - la sumisión, la dependencia- sobre la otra mitad. Este proceso lo narra con detalle un excelente libro, La guerra más larga de la historia, un ensayo que nos acerca a la realidad y al sufrimiento al que se han tenido que afrontar mujeres y niñas en diferentes tiempos y lugares. La discriminación y la segregación aparece en todas las sociedades y en todos los niveles:

La inocencia y la violencia transcurriendo conjuntamente en su vida. También en el mundo escolar, cuando hay muñecas que sufren ataques para ir a la escuela o de una manera más soterrada, currículos y contenidos escolares en los que las pintoras, las filósofas, o las compositoras parecen no existir. El mundo publicitario y de las redes sociales sexualiza y cosificado mujeres y niñas, por no decir que las empuja hacia la anorexia. Violencia también en el ámbito de la salud, en el que más de veinte millones de abortos se hacen en condiciones precarias o clandestinas, sin dejar de lado que muchos de ellos son selectivos según el género. Y a las guerras, la violación de mujeres y niñas es un arma más de los ejércitos en lucha. No hay que ir lejos para ver estos crímenes: determinadas sentencias judiciales son también una violación hacia todas las mujeres. Un recorrido por algunas historias en forma de reportaje y bien documentadas, es lo que proponen Lola Venegas, Isabel Reverte y Margó Venegas en La guerra más larga de la historia. 4000 años de violencia contra las mujeres. Nos muestran que la violencia puede tener muchas caras y se puede producir de muchas maneras, desde la física más brutal en la más sutil de la sumisión.