Vila Matas no cuenta historias. No le importan las tramas, las utiliza, sí, como excusas, igual que trucos. Es como si la novela fuese la baraja del mago que su mano despliega en abanico, ofreciéndole al espectador elegir una carta que él, el mago, en su habilidad, descubrirá en un acto de misterio y de conciencia de lo real, de aquello que se esconde a la vista, de la única clave posible que lo responde todo: el poder de la magia. Lo mismo hace Vila-Matas al ofrecernos sus historias o el personaje en el que él, como escritor, se disfraza para sorprendernos, para hacernos creer que nos está contando una historia cuyo desenlace es la carta que sólo él conoce y nos hace creer, a los lectores, que la hemos visto, que sabemos entre qué otros naipes la ha escondido y que, cuando él quiera, nos demostrará que el final del juego sólo depende de nuestra credibilidad en el mismo y de su habilidad para resolverlo. Es mentira, es sólo la bruma que crea un mago. Aunque sea, como en este caso el libro llamado Esta bruma insensata. Porque a Vila-Matas lo que de verdad le importa es hacer literatura con aquello que continúa indagando en los abismos de la escritura, en la creación literaria, en su aspecto y en sus andamiajes. En la magia infinita, en la magia perdida, que rodean siempre el hecho de escribir y sus efectos en el campo social y mental de todo escritor.

Siempre retuerce este mismo argumento

Siempre retuerce este mismo argumentoMatas mediante un Vilas que se divierte jugando a ser eternamente otro y el Matas​ que no deja de ser él mismo. Lo mismo que en esta novela Esta bruma insensata en la que dos hermanos se enfrentan de manera diferente a los abismos de lo literario, a la impostura, y a la invisibilidad. Les sucede a los hermanos Simón y Rainer Schneider. El primero un frustrado autor reconvertido en traductor de esquemas literarios y maestro del hokusai, la distribución de citas esenciales brillantes, que busca para otros escritores, especialmente para Rainer que es autor de éxito, bajo el seudónimo de Gran Bross, y en crisis entre la desgana continuar con una falsificación. Uno alimenta el intelecto y el bloqueo que aprisiona a los grandes escritores víctimas de la fama y de la presión, pero que le sacan provecho a esconderse, en Cadaqués en este caso, y fabricarse un yo inaccesible, un Pynchon al que apoya Dorothy, su mujer. Pero a la vez arrastra el trauma de ser otro tipo de escritor invisible a pesar de su talento y su labor.

Un hermano apasionado apasionado de los esquemas narrativos y de la creatividad del lenguaje, por la humillante nómina que le paga su hermano, y el otro descreído del proceso de escritura y su finalidad. Esa alquimia que su hermano, con el que se ha citado en una Barcelona en manos de una declarada República, sin saber que Simón acaba de padecer el tropezón con las primeras frases de una novela. El drama con el que comienza este libro vilamatasinao y su eterna revisión de lo metaliterario, de los límites de la literatura y de la literatura como extravío. El mundo en el que el lenguaje, con sus secretos, sus vacíos, sus juegos y sus hallazgos, tiene mucho que contar y que decir acerca de la intertextualidad, del ingenio, de la autoría, del fracaso, del arte de la renuncia.

Hace tiempo que a Vila Matas no hay que leerlo como un tejedor de tramas, en las que cualquier cosa sirve, desde la identidad hasta el doble, los tiempos superpuestos de Joyce hasta las prestidigitaciones propias de OULIPO y en especial de Perec. A Vila-Matas todo lo se sirve. Desde el tocino del procés con el discurso nacionalista que impregna sus últimos libros, también éste en el que sirve de telón de fondo, para preguntarse si la literatura tiene que callarse o debe tomar posición. Lo que a Vila-Matas le sucede como literatura es esa niebla fronteriza entre la conciencia de la escritura como diálogo con la vida, con la identidad, con el ser o no ser entre la realidad y las ficciones que nos definen. Vila-Matas en estado puro.