El director de cine José Luis Garci ha sabido aunar en muchos de sus textos los recuerdos de la infancia y el amor al cine; el resultado suele ser un espléndido cóctel, nada almibarado ni indigesto.

Los lectores lo han podido comprobar, por ejemplo, en la reciente obra A este lado del gallinero. Visiones en Technicolor y en Cinemascope, que es una inmersión en la época dorada de las salas de cine madrileñas, en un ejercicio de nostalgia que no deja de lado la calidad literaria.

Con idénticos mimbres regresa ahora con Robín de los bosques en la misma editorial, Reino de Cordelia, esta vez en la colección de libros diminutos Snacks de Cordelia, que suelen ser un prodigio de edición, aunque sea minúscula. Robín de los bosques recoge un texto autobiográfico de Garci en el que el entonces niño transmite su angustia y los nervios porque es uno de los pocos alumnos de su colegio que todavía no ha visto la famosa película de Michael Curtiz, protagonizada por Errol Flynn, Olivia de Havilland y el malvado Basil Rathbone en esplendoroso technicolor.

Para más inri, el ansiado momento se retrasa porque antes del festín visual debe acudir a una boda con sus padres. Garci retrata con gracia y mucho amor por el detalle esa celebración de los años 50, que hoy tiene hasta interés antropológico (en la boda se baila El manisero, A lo loco, La vaca lechera...).

Revive además en este texto la fauna callejera que pululaba por cines y terrazas veraniegas y la magia sin fin de una sesión de cine para disfrutar de «la mejor película del mundo», repleta de personajes inolvidables y que conforman la mejor película jamás filmada sobre el justiciero de Sherwood. El libro incluye carteles, fotogramas de la película y fotos del rodaje. En suma, un pequeño y grato festín.