Fue el griego Terpandro, en el siglo VII antes de Cristo, quien al poner por escrito las primeras reglas musicales estableció que las composiciones concluyeran con un «chin-pom», para empujar al público a aplaudir, si es posible con ganas.

Esta es una de las muchas revelaciones de la Historia cómica de la música (Editorial Verbum), de Enrique Gallud Jardiel (Valencia, 1958), doctor en Filología Hispánica y lo más importante en este asunto, nieto de Jardiel Poncela. Porque este profesor de la Universidad Francisco de Vitoria es fiel continuador de la escuela de humor desenfadado, ingenioso y todoterreno de su abuelo, cuyos genes han atravesado las décadas para reaparecer en el centenar de obras que de momento han salido de su ingente imaginación.

Historia cómica de la música es un paseo desde los errabundos comienzos musicales de la Prehistoria hasta la música clásica de nuestros días, un animado voltio por el pentagrama, con parada y fonda en las épocas y en los compositores principales, con especial atención a Mozart, a quien el autor rinde absoluta y comprensible pleitesia de ahí que comente que al escuchar su música jamás se te cortará la mayonesa.

De Offenbach cuenta que sus operetas cómicas tuvieron «gran éxito entre los públicos que estaban hartos ya de tantas muertes trágicas en los quintos actos de las óperas grandes»; al referirse a la «Quinta del sordo», habla de Beethoven, no de Goya y de Vivaldi sospecha que se infló el currículum.

No se engañen, es más que un libro de humor, que no es que sea insuficiente, es que estamos ante una amena y divertida Historia de la Música. La obra tiene detrás un gran trabajo de concisión y erudición para leer sobre música clásica sin perder nunca la sonrisa. Ni el compás.