Con apenas diez años había oído por primera vez hablar de Málaga de labios de su madre y se hizo el propósito de visitar algún día esa ciudad andaluza que tenía la cuenca seca de un río. Lo hizo catorce años después, en 1918. Gerald Brenan tenía 24 años, recién licenciado de la Primera Guerra Mundial. Huía de la casa paterna porque quería ser escritor. Su primer contacto con la ciudad no fue muy afortunado pues en la oficina de Correos le comunicaron que su banco no le remitiría el dinero asignado hasta dos semanas después. Brenan pasó 15 días en Málaga «con apenas un par de duros en los bolsillos», alimentándose de naranjas y del café con pan que le daban para desayunar en la pensión en que se alojó, fiándose de que les pagaría al recibir el dinero.

Se fue de Málaga sin apenas conocerla pero volvió doce años después y entonces Málaga le convenció de que era el lugar que buscaba para establecerse con su mujer y su hija. «¡Qué dulce y reconfortantes son las voces de los malagueños!» (…) «¡Qué encantadoras y saladas son las mujeres y los niños!» (…) «¡Y los salmonetes saben mejor que en cualquier otra parte!» (…) «Málaga era templada y animosa» (…) «caí envuelto en su encanto y comencé a sentir que era una ciudad en la que podría pasar felizmente el resto de mis días».

La historia, con sus citas, está detallada por Gerald Brenan, en Un inglés recuerda Málaga, el artículo que cierra el magnífico trabajo realizado por Carlos Pranger y la editorial Fórcola que bajo el título Cosas de España acaba de ver la luz. Se trata de una recopilación de 26 textos, entre artículos, ensayos y reseñas que Brenan escribió a lo largo de medio siglo para prestigiosas publicaciones como Horizon, The New York Times, Holiday o The New York Review of Books.

Todos ellos habían permanecido inéditos hasta ahora en España, de ahí el riguroso trabajo realizado por Pranger, albacea literario de Brenan, para reforzar más si cabe la figura del escritor, convertido en el hispanista de referencia tras publicar El laberinto español.

En estos textos, Brenan escribe como un mirón de todo lo que ocurre en España. Del caudillo; del terrorismo de ETA; de su imagen de Andalucía («es un tierra viva, pero no exenta de gravedad»); de la hispanofilia de una parte del mundo anglosajón; sobre estampas costumbristas, pues la curiosidad permanente de don Geraldo, como le llamaban sus vecinos del Alhaurín el Grande, le hacía no apartar la mirada ante nada. Y aquí destaca una especie de crónica festiva y lúdica que dedica a la Romería del Rocío, «donde pasé cuatro de los días más felices y deliciosos de mi vida». Merece la pena detenerse en su lectura describiendo sin complejos, lo que considera «lo más maravilloso que he visto en mi vida».

La selección de textos comprende también reseñas literarias de enorme lucidez, como las que dedica a García Lorca, a Cervantes o Galdós, al que considera a la altura de Balzac o Dickens. También aquí conviene detenerse en los dos artículos que Brenan dedica a San Juan de la Cruz, deslumbrado por su poesía: La vida de San Juan de la Cruz y La poesía de San Juan de la Cruz. Publicados en la revista Horizon impactaron en la joven inglesa Lynda Nicholson Price, que viajó a España para conocer a Brenan y se «convirtió en su discípula y compañera» hasta los últimos años de vida del escritor. Lo cuenta en el prólogo de Cosas de España, su hijo Carlos Pranger, editor de este libro.