De bolsillo cerca del corazón y de una sola mano su lectura privada. No es un móvil en cuya pantalla nos extraviamos a diario los lectores de imágenes y de estampas del ego, la banalidad y el escapismo antes las exigencias del pensamiento. Se trata de cada uno de los libros, exquisitos en presentación y medida, igual que pequeños frascos de perfume para la memoria o de esencias de ideas, de la colección que el editor Guillermo Escolar nos regala bajo el lazo rojo y delicado de Los secretos de Diotima. La vidente sacerdotisa de El Banquete de Platón que defendía el amor como hijo de la Circunstancia y la Necesidad con un anhelo de inmortalidad y cuyo fin último es ayudar a ascender al conocimiento de lo divino. Sin duda una excelente madrina para el editor de Ética demostrada según el orden geométrico de Espinoza y de Los mitos en el Museo del Prado de Marta Carrasco y Miguel Ángel Elvira Barba entre otros títulos, a los que suma ahora los primeros 8 volúmenes de una apuesta por recuperar joyas clásicas con un formato reducido y una esmerada traducción, imprescindible para el rigor del conocimiento y el deleite de fascinantes voces de maestros clásicos. Esta primera entrega consta de Sobre el amor, de Platón; Sobre la felicidad, de Séneca; Sobre la educación de los hijos, de Montaigne; Sobre la amistad, de Cicerón; Sobre el placer y la naturaleza, de Epicuro; Antígona, de Sófocles; Lisístrata, de Aristófanes y Anfitrión, de Plauto. Cada uno de ellos representa las claves filosóficas de un universo del que desciende nuestra identidad, los hábitos cotidianos y muchas preguntas y respuestas que aún siguen girando alrededor nuestro. Y son todos autores magistrales, imprescindibles en los estudios y en las bibliotecas de las universidades y de nuestros abuelos. Ahora nadie lee a los clásicos. Y si El Quijote de Cervantes, El Buscón de Quevedo o Los Cuentos de Don Juan Manuel resultan insufribles tochos a los alumnos, y también a muchos de sus profesores, qué podemos decir a favor de los pensadores clásicos de Roma y de Grecia, de sus grandes poetas y dramaturgos, sin olvidar a sus historiadores. Languidecen en viejos estantes de las devaluadas Humanidades y como mucho, y ya es una celebración, se mantienen como pilares de relecturas contemporáneas de poetas de renombre como Aurora Luque cuya espléndida poesía le debe su huella y más de un resorte.

Hace tiempo otro escritor, al que los jóvenes apenas se acercan perdiéndose su disfrute y que muy pocos reivindican en conversaciones literarias, Ítalo Calvino esgrimió 14 importantes razones para recuperar la lectura, el reencuentro con los clásicos. Destaco algunas. «Leer por primera vez un gran libro en la edad madura es un placer extraordinario: diferente que el de haberlo leído en la juventud. Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone». Que vigencia mantiene su defensa. La misma que en unos años más cercanos motivó a Alessandro Baricco y a Anagrama a armar una colección con Cyrano de Bergerac, explicado por Stefano Benni, La nariz, por Andrea Camillieri, Crimen y Castigo por Abraham B.Yehoshúa; Gilgamesh por Yiyun Li; Antígona por Ali Smith y Gulliver por Jonathan Coe.

Es evidente que estas iniciativas no contarán con el respaldo de los jóvenes lectores que prefieren poemas sobre los pasos de cebra o en las pantallas de móvil, pero es un regocijo para quiénes gustamos de conversar con los libros que nos enseñaron y los maestros que todavía hoy nos responden preguntas. Celebremos la bella y romántica iniciativa de Guillermo Escolar y sus Secretos de Diotima.