Becky y sus padres salen un día a caminar por los embalses aledaños a una pequeña población agrícola británica. Becky y su familia son de fuera, vienen al pueblo de vacaciones o en Navidad, y apenas tienen trato con otros chicos del lugar. En una milésimas de segundo en que los padres se adelantan un tramo, Becky ya no está. Aquel será el disparador de una investigación que se prolongará durante años y que mantendrá el pueblo en suspenso. Un pueblo que vive su cotidianidad a un lado de esta desaparición, que no sólo alterará el sosegado ritmo de vida de sus habitantes sino que los marcará de por vida. Becky desaparece, pero desde el mismo momento en que nadie la vuelve a ver, se vuelve muy presente, convirtiéndose en parte explicada del lugar, una historia que permanecerá con ellos de por vida.

Será que la verán caminando al lado de la ruta, con la mirada en el suelo, o en los embalses, siempre alejándose, perdiéndose de vista. Será que parte de su historia no contada, que se había envuelto con uno de los jóvenes de la zona, que la conocían mucho mejor de lo que decían al principio, irá saliendo a la luz con el paso de los años. Esta primera apariencia de novela policíaca de El embalse 13 pronto se diluye, dejando paso hacia una atmósfera que sobrepasa la mera adivinanza de una desaparición, convirtiéndose así en un dispositivo que dispara intensas secuencias de la vida de un pueblo. Por momentos se podría decir que resulta confusa la mención de minúsculos acontecimientos en la vida de los lugareños. Entonces surge una historia, siempre en la madeja del resto las otras narraciones. La de unos jóvenes que hacen botellón buscando al embalse el cuerpo de la chica desaparecida, la de unos padres primerizos de gemelos, la de un divorcio, la del inicio de un romance, y la historia, toda ella, se ilumina. Estos destellos crecen en el contraste de la anodina vida del condado, cobrando fuerza e intensidad.

Y en toda aquella vida cotidiana, la permanencia de la desaparecida se perpetuará con los años. Las fiestas locales, como el «día de las gamberradas», si bien con la desaparición de Becky habían menguado, pronto vuelven a su intensidad habitual, tras el tácito duelo, pero nunca vuelven a ser igual.

El volumen de lo que no se dice parece aumentar con el tiempo y la posibilidad de lo que podía haber pasado quedará en ellos como un interrogante siempre abierto. Hasta que sale a la luz un nuevo episodio no explicado. La gente quiere que la niña regrese y les explique dónde había estado. Podía haber desaparecido de muchas formas y piensan en ello a menudo. Podía haber bajado la montaña y haberse encontrado con un desconocido en la carretera que la hubiera raptado o la hubiera matado y enterrado bajo la fría tierra después de haber abusado de ella. Algunos soñaban que Becky volvía caminando a casa. Otros que salían del embalse con el pelo chorreando y la ropa envuelta en algas pardas. Es así como McGregor construye una historia tan original como luminosa y profunda, tanto en la forma como en el contenido.