El famoso crítico alemán Marcel Reich-Ranicki dijo del escritor austriaco Christoph Ransmayr (Wels, 1954) que era «un apocalíptico que celebra la vida».

Con la paciencia de un artesano, este autor, ganador del Premio Aisteion de la Unión Europea, ha escrito Cox o el paso del tiempo, que acaba de publicar Anagrama Cox o el paso del tiempoy que no deja de ser una apocalíptica reflexión sobre la existencia.

La paciencia artesana que exhibe el novelista no sólo tiene que ver con el tema elegido, el viaje a China de Alister Cox, el más famoso relojero británico del siglo XVIII, para cumplir varios encargos del emperador, sino con el tono mismo de la obra, un paciente ensamblaje que a la postre se convierte en una calmada meditación sobre el paso del tiempo cargada de sabiduría oriental.

Ransmayr sabe escribir con poética concesión y embarcar al lector en la misma niebla insondable que sus protagonistas, recluidos en la Ciudad Prohibida y testigos privilegiados del poder absoluto del emperador, la figura mejor conseguida de la novela.

Además, se ha documentado a fondopara ofrecernos las mejores imágenes, no sólo de la corte imperial de su tiempo, sino también de la destreza que, a la hora de construir relojes y autómatas tenían los relojeros del Siglo de las Luces.

El choque entre Occidente y Oriente es aquí un frufrú de sedas relucientes porque ese es el tono de esta medida novela. Pero por encima del delicado ejercicio de precisa escritura y de la meditación sobre el 'tempus fugit', enCox o el paso del tiempo hay además una reflexión sobre el poder y sus abusos.

El todopoderoso emperador, señor de vidas y haciendas, ha convertido la corte en un minucioso mecanismo de relojería. Cox y sus hombres son los occidentales encargados de mostrarnos las piezas del engranaje y de paso, de desvelarnos que como el emperador del cuento, también el de China está desnudo.