Una familia en Nueva York emprende un largo viaje por carretera. Una madre, un padre, un niño y una niña, se dirigen hacia el sudoeste, al sur de Arizona, conocida como la Apachería, «donde vivieron los últimos apaches chiricahuas libres antes de rendirse a los ojosblancos».

Mientras tanto, miles de niños están viajando hacia el norte, viajando a la frontera con Estados Unidos desde América Central y México. En un plazo de seis a siete meses más de 80.000 niños indocumentados, procedentes de México y parte de Centroamérica, son detenidos al llegar a la frontera con Estados Unidos. Huyen de los abusos y de la violencia sistemática, de una pobreza crónica, de un futuro imposible. Van a Estados Unidos buscando protección legal, «no buscan el sueño americano, sino una escapatoria de su pesadilla cotidiana. Iban todos indocumentados. Llegan a la frontera conducidos por un coyote, un tipo que se dedica al tráfico ilegal de personas, que les abandona antes de cruzar la línea fronteriza. La policía de fronteras los recogen, los llevan a un centro de detención de donde los devuelven a su país.

En un trabajo literario de enorme valía, sólido y bien construido, Valeria Luiselli entrelaza en Desierto sonoro. Lo hace con verosimilitud, sin fingimientos, con rigor que ahuyenta la compasión, para crear una novela conmovedora, que nos interpela sobre la situación de indefensión miles de menores y de como los abocamos a la miseria social y humana.

La crueldad social está presente en esta novela desde el principio. Luiselli nos cuenta la historia de una familia que se desintegra lentamente. La narradora y su esposo, «el esposo»; un hijo, «el niño» y su hija «la niña» no sobrevivirán a esta historia como una unidad familiar. Estudiaban los mapas ignorando que esas rutas desembocaban «en algún momento, en nuestra disolución como familia».

Durante cuatro años realizaron un trabajo de recopilación de voces y sonidos de Estados Unidos. «Al cabo de cuatro años de grabaciones teníamos un archivo lleno de vidas de absolutos desconocidos, pero casi nada de nuestra propia vida compartida. Nunca sospechamos que un día terminaríamos por perdernos el uno al otro entre la muchedumbre».

Con sobriedad, pero con enorme fuerza narrativa, que hace que la novela sea increíblemente elocuente y ambiciosa, Luiselli ha cruzado la historia en torno a una familia lentamente descompuesta. Su destino es paralelo al destino de los niños inmigrantes que cruzan la frontera. La división lenta de la unidad familiar refleja la situación de los niños que la narradora intenta salvar. Los niños perdidos.

A medida que avanza el viaje, gana un impulso cada vez mayor, hasta que incluso los niños llegan a comprender que esta será la última vez que estarán juntos como familia. Una vez que lleguen a sus destinos, madre e hija dejarán al padre y al hijo para perseguir la crisis de inmigración en la frontera mexicana, mientras que los dos últimos comienzan una nueva vida en Arizona siguiendo el rastro del fantasma de Gerónimo.

El esposo cuenta las historias sobre una banda legendaria de niños apaches. La esposa explica cómo los niños inmigrantes se separan de los padres, perdiendo el camino y a veces la vida.

La familia llega finalmente a Nuevo México, a tiempo para presenciar a los niños emigrantes marchando hacia el avión en la pista que los deportará de regreso a sus países de origen, «en una sola fila, como si se hubieran rendido, prisioneros silenciosos de alguna guerra que ni siquiera pudieron combatir».

Desierto sonoro no solo arroja una luz literaria sobre su tema central: una acusación de la política de inmigración de los Estados Unidos, sino que es una hermosa meditación sobre las relaciones familiares y la comunicación dentro de las familias, y una novela firmemente arraigada en la literatura, tanto de América Latina (bebe de Pedro Páramo como texto clave) como de todo el mundo. Se trata por tanto de una novela con un profundo alcance histórico que abre y marca una nueva senda en la narrativa de América Latina y Central.