En la famosa cueva de Montesinos no sólo se esconden todos los fantasmas y follones que frecuentan la poblada mente de don Alonso Quijano sino que además la gruta daría cabida, para toda la eternidad, a los grandes cervantistas de todos los tiempos, como el gran José María de Riquer, y ya estaría en la nómina, pese a que se encuentra felizmente vivo y coleando, Francisco Rico.

En cuanto al famoso episodio de los molinos de viento, la intrahistoria cuenta que Panfilotón de Catarrea, el único superviviente de la raza de los gigantes, vivía en la Mancha disimulado bajo el aspecto de un molino. La irrupción del caballero de la Triste Figura, lanza en ristre, violentó su tranquilidad, por eso tomó la decisión de mudarse a la Plaza de España, con el aspecto del monumento a Cervantes, donde, ahora sí, vive en el anonimato y de vez en cuando se zampa algún turista o mendigo.

Estas quijotescas hazañas son algunas de las muchas que transitan por 'A través del Quijote', un artefacto (en el buen sentido) de imaginación y erudición, con el que el escritor y académico de la RAE José María Merino (La Coruña, 1941), Premio Nacional de Narrativa, ha querido homenajear a Cervantes y su obra. Como señala el título, la obra no es sino el paseo, capítulo a capítulo, por las dos partes del Quijote, con un interludio en el Quijote de Avellaneda, para conocer sus claves.

Y lo hace Merino no en forma de un estomagante ensayo, de los que abudan en el universo de los expertos, sino con una variedad de estilos que van desde los pequeños cuentos, de los que hemos puesto dos ejemplos, al viaje de dos investigadores por los escenarios de la novela, sin olvidar las clases impartidas por la eminencia de don Sabino Ordás en forma de fugaces y atractivos diálogos.

Al empleo de personajes reales hay que sumar guiños metaliterarios como un artículo del propio Merino rechazado por el consejo de redacción de una revista.

La disección de esta obra maestra universal se convierte, por tanto, en un ameno viaje, del que el lector sale feliz y con ganas de leer o releer el Quijote, por los muchos elementos que aporta y preguntas que responde.

Capítulo aparte merece la sobresaliente edición, un despliegue que incluye decenas de los más señalados grabados, dibujos y cuadros que han ilustrado o inmortalizado el Quijote, desde la doble cubierta -obra de Honoré Daumier y José Moreno Carbonero, respectivamente- hasta las obras de más de sesenta artistas del siglo XVII a nuestros días, entre ellos Goya, Doré, Gisbert, Hogarth, Vierge, Mingote o los trazos rabiosamente modernos de Miguel Ángel Martín. En resumen, un libro simpar para todos los admiradores de Cervantes y Alonso Quijano.