Estamos en otoño, por fin, y llegan uno tras otro los grandes premios literarios. Tras el Nobel y el Planeta, llegan el Herralde y el Goncourt. Así, la escritora argentina Mariana Enríquez se ha hecho con el galardón de Anagrama gracias a 'Nuestra parte de noche', que nos dicen que es un road trip alucinado y underground. Y Jean-Paul Dubois, reconocido periodista galo, ha ganado el premio Goncourt con 'Todos los hombres no viven el mundo de la misma manera', que en España saldrá en mayo de 2020 por medio de Alianza de Novelas. Aún quedan más premios por llegar, desde el Premio Málaga de Novela hasta el Nadal, entre muchos otros. ¡Que nadie se quede sin premio! Todo esto, claro, sin contar con los juegos florales de las beneméritas diputaciones de interior, o las decenas de premios a relatos que pueblan la geografía española. ¿Sirven de algo estos premios? Sería fácil decir que no, pero la verdad es que yo todavía me fijo en quien los gana -quizá porque enumerar los ganadores me ha salvado más de un artículo, lo que avala su utilidad en el caso de articulistas perezosos como el que firma esta columnita-. Pero, y seguro que esto ya ha pasado, ¿no es triste tener más premios que lectores?