Los textos reunidos en 'No soy así' conforman la narrativa breve que Kjell Askildsen publicó entre 1953 y 1996, un mapa ajeno a cualquier territorio de confort. El displacer no sólo nace de la sustancia que alimenta su prosa, de lo que se cuenta y vertebra un mundo propio (la desafección familiar, la vergüenza de envejecer, la inadecuación entre las expectativas del amor y sus deficientes plasmaciones), sino del hecho de que ese conjunto de historias adopta la forma de una escritura severa, resonante pero escueta, muy a menudo truncada en el momento más inesperado. Se nos entregan aquí tres volúmenes de relatos, 'A partir de ahora te acompañaré hasta tu casa' , 'Un vasto y desierto paisaje' y 'Los perros de Tesalónica', a los que se suma un cuarto libro, 'Últimas notas de Thomas F. para la humanidad', que se lee como una novela corta, una meditación nada complaciente acerca de la ancianidad y los riesgos a los que se expone la libertad.

Askildsen es parco en palabras, pero fecundo en misterios. Sus relatos no nos ahorran ningún malestar. No son altisonantes, pero incomodan. Su obra está llena de personas que beben demasiado, hombres que se esconden en sus propias casas, pasiones equívocas y equivocadas: hermanos que aman a hermanas, infidelidades consentidas, una sexualidad confusa y descuidada. Transcurra bajo la luz del Mediterráneo o en medio de la crudeza nórdica, certifica un único clima. Si Melville pudo escribir que la maldad es idéntica en todos los meridianos, Askildsen constata que la infelicidad se conjuga de igual modo en las distintas lenguas del mundo. 'No soy así', la narrativa breve de Kjell Askildsen , parco en palabras y fecundo en misterios

No hay grandes tragedias en estos relatos. Los acontecimientos que en ellos se narran son tan comunes que generan una empatía inmediata. Los personajes de Askildsen se nos parecen fatal y necesariamente. Son banales, inconstantes, egoístas, esquivos, temerosos de sus semejantes. Su heroísmo no va más allá de su instinto de conservación, de su afán por perdurar a pesar de los pesares. Las guerras que libran carecen de épica; las batallas que ganan son victorias pírricas. De fondo, como un paisaje que apenas muda de color y forma, transcurre el enjambre cotidiano de la culpa, el deseo insatisfecho, el rencor de baja intensidad.

En uno de los mejores ejemplos del talento del autor noruego, un relato titulado 'La noche de Mardon', su protagonista sostiene que es inevitable ser como somos, que nuestra vida está determinada no sólo por lo que hemos hecho, sino por lo que otros hicieron antes que nosotros. Como una flecha disparada desde el vientre materno hasta la tumba en el cementerio, ni siquiera tiene importancia que hayamos volado alto o bajo o a cuántos de nuestros semejantes hayamos herido por el camino. Y aunque la esposa del protagonista le responde que esa no puede ser toda la verdad del asunto, que debe existir algo que nos permita cultivar otra visión de la vida, Askildsen esconde la pluma y cancela la discusión. Pocas veces, en literatura, un silencio habrá resultado tan elocuente.