'Un hombre decente' (Planeta, 2019) habría sido un buen título para las memorias de John le Carré, nombre de letras del octogenario David John Moore Cornwell (1931), escritor de novelas de espías que desde hace ya algunas décadas es reconocido como uno de los escritores británicos más significativos de la segunda mitad del siglo XX. Pero 'Un hombre decente' no es un libro de memorias. Ni tan siquiera se trata de una obra nostálgica como de algún modo sí lo fue 'El legado de los espías' (2017), extraordinario epílogo de la saga de Smiley y los muchachos del Circus -personajes que dignificaron el género del espionaje y han dado gloria y fama a Le Carré-. No, esta novela está bien pegada al tiempo presente, unos días de tribulación y vergüenza en el Reino Unido. 'Un hombre decente' es la novela del Brexit, y el libro con el que Le Carré advierte a sus conciudadanos que se han vuelto locos.

Por supuesto, lo que Le Carré nos vuelve a ofrecer es una novela de espías, porque este escritor rara vez ha abandonado su mundo literario, y creo que no lo hace por la sencilla razón de que nada humano es ajeno a un buen espía. Todas las aspiraciones, miserias, bajezas y grandezas del ser humano han tenido su hueco en la obra del autor de 'El espía que surgió del frío'. Ahora, mientras su tan amado país desciende en una espiral de locura hacia la separación política de Europa, Le Carré no ha perdido la oportunidad de intentar desvelar parte de ese despropósito desde su posición de orgulloso humanista y convencido europeísta.

Esta novela puede pasar por una defensa de los indignados con el Brexit, en gran parte lo es, pero en sus páginas también podemos encontrar reproches a la desquiciada y caótica respuesta de los británicos europeístas. Como siempre, la clase política sale mal parada en las novelas de Le Carré. Los dirigentes británicos de las últimas décadas son uno de los objetivos preferidos para los dardos afilados de Le Carré -quien no es corrupto es inepto, y casi siempre tienen un poco de ambos defectos-. Pocos escritores acomodados son tan anti-establishment como Le Carré -quizá sus años en Oxford y Eton sean la explicación para esa animadversión que él tan bien justifica en sus libros-.

Si no abandona su mundo de espías, tampoco renuncia a ninguno de sus rasgos de estilo: sencillez, parquedad, nervio y precisión. Tampoco falta aquí su gran virtud: la capacidad para crear personajes vivos y complejos, que andan y viven entre nosotros, que nacen de la observación y del conocimiento. No son fantasmas ni ideas reconvertidas en personajes. Las novelas de Le Carré se recuerdan y se añoran por las personas que las protagonizan. Y ese milagro vuelve a suceder en 'Un hombre decente' con Nat, un espía británico ya veterano, casi cincuentón, que ha regresado a Londres con la impresión de que sus días en la agencia han terminado. También deja una honda impresión en el lector la esposa de Nat, Prue, una de esas mujeres fuertes e independientes que nos encontramos en la vida y en las novelas de Le Carré.

Mientras los espías de Fleming estaban pendientes de los últimos artilugios de fantasía y de descubrir en qué hotel sirven los mejores cócteles, los de Le Carré siempre han estado más preocupados por abrigarse bien en las tediosas horas de vigilancia y por el pago las horas extras, así como por la lista de la compra y por aquella conversación difícil justo al salir de casa y que aún sigue sin solución. En definitiva, los espías de Fleming están construidos con el material con el que se construyen los sueños, y los de John Le Carré son de carne y hueso, pueden ser nuestro vecino e incluso podemos ser nosotros.

En plena celebración de los 30 años pasados desde la caída del Muro de Berlín, Le Carré nos recuerda con 'Un hombre decente' que él no se debe a los tiempos pasados. Muchos aún le catalogan como un escritor asociado a la Guerra Fría, a los tejemanejes en la lucha de Occidente contra los países del Telón de Acero. Pero eso es un malentendido, uno que nace de la visión microscópica ante una de las obras más complejas sobre las tribulaciones de hombres más o menos honrados en tiempos muy poco nobles. La individualidad en conflicto con el orden social es más un tema de Le Carré que cualquier intriga política -aunque sus libros suelen iluminar aspectos oscuros de la actualidad política de nuestro tiempo-. Sus paisajes no son una calle solitaria de Berlín, un parque en Moscú ni un frío despacho de Londres, aunque todos ellos han poblado sus novelas. El verdadero paisaje de la obra de Le Carré es interior: el alma humana. Las suyas son novelas de elección: hay que escoger un lado en la lucha entre el hombre y el Estado, entre el bien y el mal, sin que ni uno ni otro sean nunca absolutos, pero sí personales. Y de nuevo es así en 'Un hombre decente'.

La lealtad de Le Carré consigo mismo y con su obra son muy encomiables. A sus 88 años, este escritor también sigue comprometido con sus lectores, a los que nos regala estas novelas sencillas y humanas con las que nos invita a observar los conflictos de nuestro tiempo. Y vuelve a recordarnos que el principal de todos, el más importante, es un conflicto común a todos nosotros: el de intentar hacer lo creamos que es correcto, sin importar lo que nos digan y nos quieran hacer creer. La complicidad nace tanto al apretar un gatillo como al mirar hacia otro lado. No hace falta ser un espía para tener que decidir, no necesitamos blandir un arma para que de nuestras elecciones surja el bien o el mal, entes no tan absolutos como en otros tiempos pero aún muy vigentes.