Un libro contra los libros, al menos contra los libros de papel. Un ataque a las supuestas bondades de Ikea. Una defensa romántica de Benidorm. Y una carta de amor a Velázquez y Antonio López. Así es 'Pasando a limpio' (Acantilado, 2019), otro delicioso ensayo de erudición ligera y controversia profunda que Óscar Tusquets Blanca firma con ese descaro de niño rebelde que aún desprende a los 78 años. Todo eso y bastante más cabe en un ensayo breve, repleto de pinceladas sueltas que en su conjunto refleja las obsesiones, amores y odios recurrentes de un escritor que también es arquitecto, diseñador y pintor.

De lo personal a lo universal, ese es el método de estas lecciones, porque Tusquets deja bien claro desde el principio que 'Pasando a limpio' tiene un espíritu pedagógico. Aquí hay mucha anécdota, mucha vida propia y muchas horas de lecturas, trabajo y reflexión. Y mucho buen humor, incluso cuando detalla las cosas que le enervan -que son muchas-, con razonamientos originales y razonables, aunque algunos puedan ser ya utópicos en una sociedad como la nuestra. Por supuesto, los temas rondan la pintura, el diseño y la arquitectura, pero quizá más importantes sean las reflexiones sobre la juventud, la buena educación, la modestia, el sexo y la vida en general que trufan estas paginas.

Paradigmático del carácter de este libro es su ataque al libro de papel, tachado aquí de objeto obsoleto y mal diseñado. Túsquets arremete contra ellos por acumular polvo, por no poder ser abiertos por completo, por la imposibilidad de ser bien ordenados y por su escasa capacidad para resistir el paso del tiempo -en sus versiones contemporáneas e industriales-. Tusquets escribe con la pluma afilada, y es en esos pasajes donde quizá brilla más. Y él lo sabe bien, de ahí que toda la parte final de 'Pasando a limpio' sea una hilarante traca contra las habitaciones de hotel por incómodas, la iluminación de los monumentos por salvaje, el transporte aéreo por torturador, los pictogramas de los baños públicos por inútiles, Ikea por malvada, las señalizaciones redundantes por redundantes, los carriles bici por agobiantes, las reformas de los puentes de Venecia por innecesarias, la nueva alta cocina por pedante, Apple por abusiva y los hospitales modernos por su tristeza de diseño.

Las citas literarias están muy presentes en este libro, de Orson Welles a Dalí, de Groucho Marx a Jules Renard, de Coderch a Bacon. Tusquets se mezcla a sí mismo en esas listas de citas que dividen los capítulos de 'Pasando a limpio'. De algún modo, Tusquets dialoga con quienes considera sus maestros, aunque en un gesto muy suyo casi siempre les apuntilla o contradice. Y dialoga con sencillez, porque Tusquets no pretende ser el escritor que no es, y la sencillez es su manera de ser natural, honesto y claro.

¿Cómo no amar un libro en el que se defiende con la misma fuerza de pensamiento el urbanismo y la sociología de Benidorm que la luz de las Meninas? Se abra por donde se abra 'Pasando a limpio', el lector cómplice se encontrará una idea deslumbrante o reveledora, una afirmación comprometida o controvertida. Porque hay que ser un poco cómplice para amar los libros de Óscar Tusquets. Lo suyo es el juego, y la mezcla, el salto de tema y de tono; por momentos puede escalar montañas sesudas para al momento quebrar la idea y revelar su querencia escatológica -es tan catalán como español, aunque sin patrioterismos ciegos-.

Y sí que la suya es una pluma afilada, pero no por ello deja de haber mucho amor aquí: a Coderch, a Antonio López, a Lothar Cremer, a Jérome Lindon, a Samuel Beckett, a Beatriz de Moura, a Masats, a Velázquez, a Dalí, a Benidorm, a sus amigos, a sus hijos y a su mujer. Amor, manías y erudición en otro libro magistral y personal de un jovencísimo septuagenario.