Los poetas advierten la reversión impredecible del orden cotidiano. Nada es lo que parece sin dejar de serlo y, tal vez, eso sea la poesía. Nació hace siglos como mensaje de mundo, de búsqueda de certeza, como canto a la lucidez en boca de algún ser estremecido por las extrañas vibraciones de la lírica.

Intenta así la poesía encontrarle algo de sentido a la vida, inducir un despertar, comprender para ver, y enfrentarnos, como afirmaba Gil de Biedma, con la verdad desagradable que asoma. Es decir, no existe nada más doloroso que la lucidez, que es luz, pero también el reverso luciferino -de Lucifer-, aquel que muestra el camino iluminado hacia la oscuridad. «Yo es otro», escribió Rimbaud, y una vez entendida la unión entre dolor y verdad solo queda la autoconsciencia.

Hoy por hoy, los poetas «jóvenes» aún escriben poemas para romper con la tradición, para refrescar el mundo, como los recogidos en Málaga, la poesía más joven. Volumen II (Fundación Málaga, 2019). La poesía ocupa el vacío, se entreteje y expande con la unión entre pensamiento y palabras que nace de las experiencias vividas -raíz común- de cinco células poéticas ubicadas en Málaga; voces lúcidas.

El yo poético de Daniel Díaz Godoy, por ejemplo, dialoga con el fantasma de Cernuda acerca del espacio-tiempo que ya no volverá en un poderoso contraste de luz y sombra, ya sea en una playa o proyectado en el lóbrego pero vital local nocturno de encrucijadas que fue el Onda Pasadena.

En cambio, Cintia Gutiérrez propone otro tránsito poético, plástico, entre el aforismo y el collage, que también es poesía. Representa su obra una lucha enconada por evitar lo inevitable en la que solo queda el consuelo de crear para sentir, una y otra vez, hasta el infinito, la soledad absoluta por la imposibilidad de alcanzar una comunicación real.

Asimismo, el cine y la poesía se entrecruzan con la poética de Kris León, que busca capturar el ahora, con ella dentro, pero que se ve desbordada por la inercia de la imagen que jamás se quedará inmóvil, y menos al intentar codificar su desasosiego identitario en palabras.

Por último, el poeta Lucas Martín, de Úbeda, pero afincado en Málaga donde ha escrito gran parte de su obra, aúna la tradición del pensamiento místico español y la vanguardia modernista, mezclándolo todo con una prosa poética rupturista y de bellas imágenes alucinadas.

Leerles es recordar que, de cuando en cuando, es necesario despegar la mirada del suelo para alzarla en busca de alguna esperanza por vaga que sea. El poema es la senda del dolor, de la pérdida, de la desorientación por haber caído en un mundo hostil e incomprensible, y la poesía, como forma de arte, multipista, incontenible, solo pretende llegar hasta la verdad. Los cinco poetas de esta antología, tan distintos, son parte de un misterio, el de la palabra y su poética que surca los confines de las cosas, siempre en busca de un puerto en el que atracar.