Lo clásico lo es porque desde su origen ha sabido romper la barrera asfixiante del tiempo y pasando por el purgatorio de lo atemporal alcanzar el cielo de la gloria perenne. En una colección de ensayos que editorial Debate reedita ahora, el premio Nobel J. M. Coetzee se enfrenta al enjuiciamiento crítico de algunos de esos clásicos que, además fueron sus maestros en el devenir del gran escritor y de su acervo intelectual.

'Costas extrañas' es el título de esta colección de 26 ensayos en los que Coetzee se acerca a clásicos poco discutibles de la literatura mundial, como Kafka, Daniel Defoe o Dostoievski, y a otros que apuran ese camino como el egipcio Naguib Mahfuz, el poeta Joseph Brodsky o Robert Musil

Hace una primera definición de «qué es un clásico», para luego someter al escrutinio responsable de su mirada escéptica a una variedad de autores.

Para Coetzee lo «clásico se define sobreviviendo»; es aquello que «emerge inerme del proceso de ser puesto aprueba día tras días». A partir de ahí, el escritor se convierte en analista al considerar que «la crítica tiene obligación de interrogar al clásico».

Y así lo hace. Coetzee, ganador del Nobel de Literatura, dos veces ganador del Premio Booker y con un elenco de soberbias novelas, no se achica en acercarse a otros, incluso más grandes que él, para ejercer como un crítico literario consumado y proyectar una luz fuerte, aunque característicamente indirecta, sobre la propia práctica ficticia de esos autores.

Al igual que lo son la mayoría de sus relatos y novelas, estas piezas de ensayo crítico son inteligentes, intensas y estilísticamente sofisticadas, que los convierte en lecturas inmensamente placenteras y en algunos casos magistrales, como la que aborda la comparación entre autores y nos hace mirar a tras: mira a TS Eliot a través de Bach o Nadine Gordimer a través de la lente de Turgenev. En estos casos resulta un trabajo deslumbrante.

El único pero que tienen todos ellos es su mirada escéptica, su análisis clínicamente frío. Son desapasionados. Pero Coetzee no engaña, él siempre ejerció de descreído y desapasionado. Sus ensayos son brillantes, algunos incluso excepcionales, pero bellas estatuas de mármol que se admiran pese al tiempo.