Chris Ware ha vuelto a conseguir que la crítica internacional sea unánime al considerar su 'Rusty Brown' (Reservoir Books, 2019) como el mejor tebeo publicado en 2019. Incluso algunos van más lejos, y consideran que este es el mejor trabajo del que muchos consideran el mejor autor de cómics de lo que llevamos de siglo.

Honoré de Balzac volvió a nacer en Omaha, Nebraska, y le llamaron Chris Ware. El escritor francés se propuso escribir 137 novelas para narrar la Francia de su tiempo, proyecto nacido para morir inacabado pero que nos ha dejado miles de páginas espléndidas en 87 novelas. En cambio, su heredero estadounidense no escribe novelas sino que dibuja tebeos, y además aún no ha decidido poner límite a la extensión de su viaje por las vidas corrientes de la sociedad estadounidense contemporánea. Lo último que nos ha entregado es 'Rusty Brown' (Reservoir Books, 2019), una compleja y emotiva exploración en la que entrelaza los acontecimientos vividos en la primera parte de un día cualquiera de 1975 por tres personajes poco memorables. De nuevo, y como siempre, la crítica internacional es unánime al considerar este volumen como una obra maestra y el mejor tebeo publicado en 2019.

Ware comenzó a trabajar en 'Rusty Brown' hace 18 años, justo al terminar el trabajo hercúleo que nos pareció entonces 'Jimmy Corrigan, el niño más listo del mundo' (2000) -el primer cómic que 'The New Yorker' consideró digno de ser calificado como una obra maestra-. La paciencia es una virtud que podemos suponer en Ware, y poco a poco, con el lento paso de los años, 'Rusty Brown' fue tomando forma. De hecho, lo que hoy tenemos en las manos es un voluminoso y caleidoscópico tomo de 360 páginas, que solo es la primera parte de una obra mayor y aún no terminada. Así que la paciencia es también una virtud que Ware parece esperar de sus lectores.

¿Por qué todo este revuelo? Pues el consenso indiscutido al analizar la obra de Chris Ware subraya que su obra ha supuesto una revolución del medio, un avance del lenguaje del cómic que ha disparado las posibilidades expresivas y gráficas de una manera tal como quizá ningún otro autor haya conseguido antes. Tras su irrupción, se han multiplicado los clones, pero ese mal lo compensan sus obras: monumentales piezas de orfebrería tocadas por la gracia del talento, perfeccionadas con constancia y marcadas por una sensibilidad y poética sencillas y cercanas -en esta nueva entrega la metáfora principal, hermosa y quizá simple son los copos de nieve-.

Toda la complejidad detrás de un libro de Ware, con páginas dotadas de una composición y puesta de página poco convencionales, así como del propio libro como artefacto de intrincado diseño, no impide que a la postre lo que más recuerda el lector de sus tebeos sean sus personajes. Para Chris Ware, el hombre para el que Dios está en los detalles, lo que de verdad importan son las personas y sus historias. Sus libros son vidas contadas al detalle, personas miradas con lupa. Y esto es más cierto que nunca en 'Rusty Brown'.

La desolación y la soledad planean por las páginas de 'Rusty Brown', porque quizá ninguna vida sea sencilla, y sin duda todas las vidas estos personajes están marcadas por un sentimiento muchas veces trágico y casi siempre doloroso. Pero también es cierto que aquí también hay muchos momentos divertidos y un gran sentido del juego. Y es que 'Rusty Brown' es la suma de varios libros en uno, y lo es no solo porque son varios los personajes protagonistas, y cada uno tiene su propio libro, sino por los cambios de tono y narrativa: hay ciencia ficción, comedia, drama, ensayo, poesía... Y la clave para que todo ese esforzado trabajo no apabulle al lector lo encontramos en el ritmo, en la portentosa capacidad de Ware para dosificar forma y fondo. Porque Ware empatiza tanto con sus personajes, alguno es incluso un remedo de sí mismo y de su familia, como con sus lectores. Y nos cuida a todos con mimo y mucho amor.

Poder dejarnos llevar por estas páginas es uno de los mayores placeres que los lectores de tebeos hemos recibido en 2019. Y merece la pena dejar un apunte sobre la extraordinaria edición española, que de nuevo debemos al magnífico trabajo de Rocío de la Maya y María Eloy-García.