El año pasado, Felipe Cabrerizo y Santiago Aguilar publicaron junto con Gema Fernández-Hoya en Renacimiento una trabajada biografía del escurridizo humorista Antonio de Lara, Tono, uno de los miembros de 'la otra Generación del 27', la del humor.

Ahora, los autores vuelven a la carga con un monumental trabajo, editado por Cátedra y la Filmoteca Española, 'La Codorniz. De la revista a la pantalla (y viceversa)', en el que además de seguir la evolución de la famosa publicación humorística, válvula de escape de la España franquista durante sus casi cuarenta años de vida, analizan la influencia que tuvo en el cine de su tiempo.

Un trabajo con muchos frentes que los autores, como en la biografía de Tono, resuelven con un lenguaje cercano que aclara los súbitos cambios de tercio. Porque entre los muchos aspectos que aborda se encuentran las (profundas) raíces de 'La Codorniz' (1941-1978) que hay que buscarlas en las revistas de los años 20 'Buen Humor' y sobre todo 'Gutiérrez', donde se fogueó 'la otra Generación del 27', que tuvo en Ramón Gómez de la Serna y en menor medida en Julio Camba y Wenceslao Fernández Flórez sus mayores influencias, sin olvidar otra antepasada, 'La Ametralladora', la publicación del bando nacional en plena Guerra Civil.

Crucial fue también que parte de esa generación de humoristas, en este caso Edgard Neville, José López Rubio, Tono y Jardiel Poncela, viajara a Hollywood a supervisar durante un par de años el rodaje de películas en español, en los primeros tiempos del sonoro, un bagaje con el que regresaron a España y que marcaría sus carreras. También la de Miguel Mihúra, miembro de la generación y primer director de 'La Codorniz', que aunque no pudo viajar a la meca del cine por una enfermedad, dejó buena cuenta de su cruzada por extender el humor nuevo en películas como 'Un bigote para dos', escrita con Tono, que en realidad utiliza las imágenes de un sainete austriaco de su tiempo para 'sabotearlo' con diálogos disparatados, en una línea parecida a los 'Celuloides rancios' de Jardiel Poncela, con quien mantuvieron una agria disputa.

Otra obra cargada de ese humor codornicesco de los primeros tiempos -antes de que Álvaro de la Iglesia ampliara los horizontes de la publicación- es sin duda 'Intriga', una disparatada película de cine negro de 1942, dirigida por Antonio Román, que Luis Buñuel descubrió décadas después y afirmó de ella: «Es la mejor película española que jamás he visto». Por cierto que la proyección de la obra en un cine de Cádiz provocó que los espectadores menos receptivos trataran de quemar las butacas.

Más entusiasmo despertó la oferta de 'La Codorniz' de ofrecer a una de sus lectoras un papel pequeño en la película 'El destino de disculpa', de José Luis Sáenz de Heredia. Al final se presentaron cerca de 13.000 aspirantes y consiguió el papel la joven Matilde Conesa, que tendría una larga carrera como dobladora (fue la voz de la Bruja Avería).

Aunque los años 40 y 50 fueron los de mayor impronta codornicesca en la comedia española, y viceversa, con películas tan notables como 'La torre de los siete jorobados' de Neville o los guiones del también codornicesco Rafael Azcona, lo cierto es que la influencia de la revista fue larga. La saga de Torrente, las 'Historias de la puta mili' o el cine de Berlanga y Summers no dejan de ser floraciones cuyas raíces beben de la revista más audaz para el lector más inteligente.

Y atención porque el volumen se complementa con un dvd con seis cortos, entre ellos 'Un bigote para dos', rescatado por Aguilar y Cabrerizo tras una ardua investigación; 'Don Viudo de Rodríguez', de Jerónimo Mihura y 'Verbena' de Edgar Neville. El tono desenfadado del ensayo también estriba en que la ingente obra no dice ni una palabra sobre sus autores.