La editorial palentina Menoscuarto se caracteriza por publicar textos en los que la calidad literaria está asegurada por encima de las modas.

Por eso, no es de extrañar que inaugure nueva etapa y diseño con el escritor Juan Villoro (Ciudad de México, 1956), quien en 'Dos amores perdidos' nos ofrece dos relatos sagaces, intimistas y como es habitual en su producción, repletos de humor fino.

El propio novelista escribe el prólogo, en el que informa de que el primero de los cuentos, 'Llamadas de Ámsterdam', nació durante una pausa de cuatro años que dedicó a su novela 'El testigo', por la que recibió el Premio Herralde.

En el cuento, el maestro Villoro consigue aunar en un solo relato la disección de una ruptura matrimonial y el reencuentro de la pareja en una situación rocambolesca, digna de una comedia de Billy Wilder o Woody Allen. La disección le sirve al autor además para lanzar sus dardos sobre la situación mexicana, en especial sobre la violencia y el reinado absolutista del PRI, esta última cuestión, personalizada en la figura de un suegro omnipotente y avasallador; un «cabronazo», en palabras de uno de los protagonistas. En cuanto a la violencia, tan presente en el México de nuestros días, Villoro la analiza con audacia, de la mano de una víctima traumatizada. Sólo un buen escritor, como es su caso, consigue darle un tratamiento irónico que no haga rasgarse las vestiduras a las turbas políticamente correctas.

El segundo de los cuentos, 'Conferencia sobre la lluvia', originalmente escrito como monólogo teatral, es una absorbente parodia sobre el arte de impartir charlas que, poco a poco, entre gotas, lágrimas y declaraciones de amor a los libros (de papel) nos reserva una vuelta de tuerca, una sorpresa final que da sentido a esta perorata en la que su protagonista, de forma literal, confiesa al inicio que ha perdido los papeles.

En resumen, Juan Villoro sigue siendo una grata fuente de sorpresas, capaz de introducir la sutileza y la sonrisa en cualquier asunto que aborde, por escabroso que parezca.