España ha sido un pueblo traicionado. Por sus élites. No solo políticas. Un pueblo del que históricamente se han aprovechado la Iglesia, el Ejército, la Monarquía, los partidos políticos o los dictadores y su cohorte. Todos esos elementos casi siempre han mirado en su propio progreso y pocas veces han trabajado en beneficio e interés de la gente. Casi nunca han tenido altura de miras, ni políticas de Estado que beneficiaran a generaciones futuras. Esta es la tesis de Paul Preston en su documentado, voluminoso y ameno ensayo 'Un pueblo traicionado'. Pero Preston se apresura a remarcar que esta traición no ha sucedido solo en España. También, por ejemplo, en su país, el Reino Unido. El Brexit y, antes, la convocatoria de un referéndum sobre la permanencia en la UE, un acto estúpido que buscaba rédito electoral, son ejemplos, afirma el hispanista, muestras recientes de traición a un pueblo, de gobernantes ineptos que acaban generando males.

'Un pueblo traicionado' es también un manual de Historia que abarca de 1876 (cuando se aprueba la Constitución que daría origen a la Restauración borbónica) a la actualidad. Es decir, lo que culturalmente puede llamarse siglo XX español. Preston recorre ese periodo desmenuzando corrupción, incompetencia política y división social. En la propia Restauración, en la Dictadura de Primo de Rivera, en la República, la Guerra Civil, el Franquismo, la Transición y la Democracia actual, que no se libra de esa pasmosa deslealtad impasible que algunos dirigentes han demostrado hacia los gobernados. Podríamos calificar también este libro como una historia de la corrupción española reciente. Particularmente ilustrativo de esa traición al pueblo, de esa corrupción y ese dar la espalda a los intereses generales resulta la descripción minuciosa y documentadísima que Preston hace del sistema caciquil de la Restauración. Elabora casi un mapa del cacique de cada zona, de cada provincia. Un método electivo que resulta ser un pucherazo continuo, una compra de voluntades, de escaños. Todo un arte, el español, a la hora de amañar elecciones. Y desazón produce leer los capítulos correspondientes a la República, no digamos la Guerra Civil. La polarización ya brutal entre el 31 y el 36 se muestra con abundantes fragmentos de discursos guerracivilistas, cargados de odio. Se abunda en los errores del PSOE, no consintiendo ir en coalición (qué cosa más actual) en los comicios del 33, lo que provocó que, girado a la derecha el Partido Radical, gobernasen las derechas dedicadas durante los dos años siguientes solo a desmontar reformas y no a hacer progresar el país. Con todo, hay abundantes referencias al anarquismo, buenas y malas, tal vez el envés, la otra cara, de las élites. La crónica llega hasta nuestros días. La crisis que no supo ver Zapatero, la ¿acción? de Gobierno de Rajoy, el problema catalán, la putrefacción de Convergencia; Rodrigo Rato como uno de los paradigmas negativos de una época. Como antes lo fue Juan March. El libro es una advertencia para que la historia no se repita y también una admonición sobre el futuro. España se moderniza pese a sí misma y no hay motivos para el optimismo.