En el magno proyecto literario de recrear los episodios de una guerra interminable, Almudena Grandes nos sitúa ahora con 'La madre de Frankenstein' en la España de los cincuenta del siglo pasado. Es verdad que apenas hay ya fusilamientos, que la represión carcelaria ha cedido, que algunos presos empiezan a ser liberados y vuelven a sus pueblos; que ya no hay depuración, no es necesaria pues ya no queda a quien depurar. Es cierto que en estos años la gente dejó de morir literalmente de hambre en España, aunque continuó la miseria, y se puso fin, en 1952, a la cartilla de racionamiento que hasta entonces controlaba la distribución de los productos básicos y de primera necesidad. Pero todo ello no era más que las consecuencias directas de que el régimen dictatorial de Francisco Franco se había impuesto por aplastamiento y ya no necesitaba el ejercicio del terror de manera manifiesta. Tenían a España en un puño y podían comenzar a aflojar.

Pero en cambio fue la época más oscura, más desasosegada. Las esperanzas de que los aliados europeos acabaran con Franco habían desaparecido. El túnel era oscuro y sin salida aparente. El franquismo, con la alianza de la jerarquía católica, impone sus abusos y atropellos y obliga a la humillante resignación de los vencidos. No hay más.

En 1954, un joven psiquiatra, Germán Velázquez, inspirado en la figura de Carlos Castilla del Pino, regresa a España. Había salido en 1939, siendo adolescente. Ahora, tras sus primeros éxitos como psiquiatra en Suiza, vuelve a la España franquista para trabajar en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos, en Madrid. Almudena Grandes retrata el manicomio de mujeres de Ciempozuelos como un modelo a escala de la sociedad a la que pertenecía, «una miniatura patológica de un país enfermo».

Junto a Germán, que va descubriendo poco a poco la aplastante asfixia que el franquismo ejerce frente a cualquier posibilidad de movimiento, el hilo conductor, la fuerza que recorre la novela la ponen dos mujeres: el personaje real de Aurora Rodríguez Carballeira, convertida en una famosa parricida al matar voluntariamente a su hija Hildegart de cuatro tiros. Aurora, una mujer inteligentísima, había preparado a su hija para ser «el modelo de mujer del futuro», pero cuando vio que se le iba de las manos, la mató. Tras pasar brevemente por la cárcel, pasó el resto de su vida en el manicomio de Ciempozuelos, donde Almudena Grandes la sitúa bajo la paciente tutela médica de Germán Velázquez.

La segunda mujer que recorre la novela es María Castejón, una joven auxiliar de enfermería, que nació en el manicomio donde sus abuelos trabajaban. María, una joven dispuesta, que se revuelve contra la penuria y los golpes de su vida miserable, se convierte en la gran aliada del joven psiquiatra tanto en sus pasos profesionales como en los afectivos.

Con el apoyo inicial del director del manicomio, Germán Velázquez inició en Ciempozuelos el tratamiento con la clorpromazina, el primer narcoléptico descubierto para combatir la esquizofrenia. El éxito inicial del tratamiento con las pacientes suscita la envidia y la reacción de los dos grandes psiquiatras del momento, Vallejo Nájera y López Ibor que, aunque enemigos, se unen para recabar el apoyo de la iglesia y del franquismo para torpedear el experimento de la clorpromazina.

Con 'La madre de Frankenstein' Almudena Grandes alcanza su registro más alto en este ciclo de Episodios de una guerra interminable. Bien documentada y tratada con rigor histórico, lo que le permite que los episodios de ficción queden perfectamente engarzados en una trama creíble y realista, si bien la propia escritora se encarga al final del relato de advertir qué tramas son producto de su imaginación y cuáles reales.

'La madre de Frankenstein' es la quinta y penúltima entrega de ese empeño novelístico descomunal de Almudena Grandes de arrebatarle al olvido un puñado de episodios, de historias de segundo orden que toda guerra deja atrás. Es una contribución contra la amnesia histórica que el franquismo ha mantenido hasta hace escasas fechas. La dimensión de este ambicioso proyecto literario de Almudena Grandes, el propósito moral e ideológico del ciclo, empeñado en demostrar que la guerra civil y sus efectos se extendieron muchos años más allá de su terminación, lo convierte en un caso absolutamente singular en la literatura española y le confiere categoría de épico.