Un lenguaje deslumbrante e insuperable, calmo y fastuoso desplegado con bella sobriedad, han hecho de Pierre Michon un narrador supremo y fabuloso que provoca una conmoción singular, una palpitación estética y atractiva que originan muy pocos escritores.

La emoción singular que se siente cuando se lee uno de sus trabajos nos lleva a señalar que Michon se merece un espacio propio y reservado solo a aquellos que tienen el mérito singular de convertir la literatura en algo grande, propio de dioses; a aquellos que no se limitan a contar historias sino a asumir la palabra como acontecimiento y mostrarla al mundo.

Michon, su literatura, está concebida por la mano de los dioses, de Apolo, de sus musas, de Calíope, de Talía quizás; de ahí que su prosa, lírica, preciosa y barroca, nos lleve directamente al origen de todo. Es por eso que leemos con placer a Pierre Michon, pues no importa de qué esté hablando, sino la energía íntima de su lenguaje, que no puede realizarse excepto si se está dotado de la gracia de los dioses. En Michon, no en Maradona, está la mano de Dios.

Ahora, ediciones Jus, del grupo editorial Malpaso, nos trae de nuevo a Michon con la publicación de 'Prosas y Mitos', una antología de relatos escogidos que comprende 'Mitologías de invierno', 'El emperador de Occidente', 'El rey del bosque' y 'Abades'. cuatro historias, míticas y fundamentales para conocer el universo Michon, su prosa encantada.

'Mitologías de invierno' son pequeños cuentos irlandeses, que imitan la brevedad de las crónicas medievales; su autor nos sitúa en la Irlanda post-romana, con San Patricio predicando la palabra del Dios cristiano entre los pequeños y múltiples reinos que poblaban sus márgenes. Muestra la dureza de la vida, cuando todo queda reducido a esperar que llegue el verano para que el rey salga al campo de batalla a enfrentarse con el reyezuelo del reino contiguo.

'El emperador de Occidente'. En el siglo V, la historia de una amistad entre el joven Aecio y Atalo, un anciano exiliado a las islas Lipari, músico y emperador de la opereta. En su relato de sus vidas, los dos hombres descubren que ambos fueron sometidos, cada uno en su propio tiempo y a su manera, a la poderosa figura paterna de Alarico. En sus recuerdos: las relaciones de padres e hijos, los juegos de poder, manipulación, mentiras y apariencias.

En 'El rey del bosque' un zagal de 12 años, mientras da de comer a una piara de cerdos en Nemi, cerca de Roma, ve acercarse una noble carroza de la que se baja una muchacha «muy ataviada» que tras subir su falda «brutalmente, se acuclilló y meó» para luego volver a la carroza donde le esperaba con el «jubón desabrochado» y lleno de encajes. El joven vivirá a lo largo de su vida con el recuerdo de aquella visión que le permite en su imaginación convertirse en una figura noble, en el rey del bosque.

En 'Abades' hay tres historias. En la primera, en la Galia, poco antes del año 1000,el padre Eble, quien renunció a su trono de obispo, se retiró a la pequeña isla de Saint-Michel-en-l'Herm para trabajar en secar las marismas y dominar a la naturaleza a la par que a las personas. En la segunda,la caza de un enorme jabalí es un juego de poder para lograr a la bella Emma. La tercera historia es un nuevo juego de crueldad y guerra por tener la reliquia del diente de San Juan Bautista, decapitado por dese de Salomé.

En todas ellas, los protagonistas, clérigos o seglares, se abocan al sexo y descubren que no hay gloria sin sexo; pero también, y de manera más elocuente, que no se logra el poder sin violencia.

Michon nos descubre una y otra vez el poder de la palabra en sí misma, la fuerza interior que emana del lenguaje cuando este nace virgen, desprovisto de la ganga que lo envilece y contamina.

Son todos ellos textos dotados de una musicalidad extraordinaria, de manera que casi se pueden cantar, además de leer. Cada frase, concisa, bella y rotunda, es como una pequeña joya por donde se abre la mente del lector que recorre subyugado las historias que Michon saca de su mano de Dios y la extiende al recreo de todos. Un júbilo prodigioso.