Nació en la balanza de un poema que se quemó en un instante, y de sus cenizas quedó la oración de un vacío. Cualquier otro se hubiese sentido desventurado en esa herida, pero Álvaro Mutis, escritor de la elegancia de estar solo, y descendiente de los mundos navegables y oscuros de Conrad y de Melville, supo enseguida que esa pérdida era un personaje digno para embarcarlo en una aventura errante. Así nació a una nueva orilla de mar en blanco Maqroll el gaviero de oficio y de estado del alma, decidido siempre al frente de empresas y tribulaciones. Un hombre de carácter y de mirada, exiliado de sí mismo, con mucho de Odiseo triste y de Sísifo de los mares, de las selvas, de los desiertos, de los ríos en los que navegar sueños condenados al combate y a la vez a remontar el vuelo de las cenizas del poema del que nació su nombre y la narrativa lírica de sus singladuras. Maqroll nómada y también lobo de hoguera con voz circular de la memoria antihéroe y símbolo en siete magistrales novelas, trazadas en una cartografía literaria por Álvaro Mutis, Premio Cervantes 2001, con el pulso firme de quien nunca ha rendido las armas al final de un poema ni ha perdido el pie de equilibrio de la esperanza en las tormentas donde zozobra esa barcaza de madera que es la literatura. Siempre he tenido los dones de su escritura muy cerca, la lectura de bitácora de su marino a quién le hablan los árboles, el agua, los ecos y el clamor de la tierra, el juego azaroso de la vida, su aire y sus caminos. Pocos libros de juventud te maduran con tanto aplomo, y en la madurez te devuelven a esa pasión por la lectura como las piezas compuestas entre 1986 y 1993 configurando el hermoso libro crepuscular cuyos puertos se llaman La nieve del almirante; Ilona llega con la lluvia; La última escala de Tramp Steamer; Amirbar; Abdul Bashur, soñador de navíos que acabará estrellado en una pista de Funchal en la isla de Madeira, y Tríptico de mar y tierra. Regalos reunidos en gavilla exquisita de sabor antiguo por la editorial RM, convencida, al igual que yo, de la vigencia de su autor y de su personaje.

El principio de esta historia, como todo inicio que ha de seducir en su empresa de relato al lector, es la que rinde homenaje al hallazgo del manuscrito perdido de Jan Potocki que en este caso es un supuesto diario de Maqroll y sus travesías existenciales, cicatrizadas de reflexiones poéticas por encima de la atmósfera de lo narrado y la acción de la aventura. Cada una ofrece un perfil del protagonista que se va completando entre la tierra y el mar por cuyos senderos de agua y de naturaleza verde se adentra el héroe cansado en su recuerdo de la maravillosa Flor Estévez, igual que si fuese una especie de Dante en el Hades en busca del amor, con una Colombia de imaginario territorio. Disfrutará mucho el lector con la historia que más me emociona de Maqroll, como es esa Ilona de Trieste y amante ecuatorial cuya sensualidad de lluvia sobre la piel desprende el hechizo de la Maga de Cortázar, tan cercana en ella, y con impronta de destino en el rumbo del marino errante. El mismo que prosigue en Un bel morir entre sombras de asesinatos y los estratos más profundos del ser humano. Se detendrá la lectura en otro relato acerca de la nostalgia de creer y la búsqueda de la trascendencia, hasta llegar a la hermosa historia de Abdul Bashur, soñador de navíos, donde Abdul representa el hombre que busca un sueño, mientras el sonido del mar mece en su monotonía de olas a los marineros desterrados de todo horizonte y futuro.

Con la belleza de una prosa sensitiva, que suena a piel y con una escritura de la que brillan matrices de colores, Mutis compone un laberinto de viajes en los que cada relato significa un himno, una invocación, una plegaria, una supervivencia entre los hilos tutelares y tramposos del capricho de los dioses y las presencias fantasmagóricas que pueblan las fabulaciones de este maravilloso personaje-narrador apátrida e inmortal, y poético en su rumbo.