Existen artefactos literarios que le arañan el alma a quien se expone a ellos si, por ejemplo, sitúan sin concesiones a una familia ante un incómodo espejo. Bajo esta premisa, la narrativa de Luis Landero brilla en 'Lluvia fina' (Tusquets Editores), un tratado de la condición humana que persiste como uno de los libros del momento. El desnudo gradual de la personalidad de sus personajes marca tanto la evolución de la narración como el horizonte real al que se enfrenta el lector. Lo que, en un principio, se disfruta como un acercamiento redondo a las relaciones familiares termina surcando un provocador precipicio.

El espectro de perfiles humanos que circula por sus páginas es tan logrado y variado que llega un momento en el que se duda de si se trata de lógicos estereotipos o de afilados retratos de nosotros mismos. Esa familia, como podría hacerlo cualquier otra, se va reflejando ante un espejo escrito de tal modo que entre sus miembros se aprecian realidades a las que nadie está ajeno. Puede, incluso, que haya quien vaya detectando quiénes son los Gabriel, Aurora, Sonia, Andrea u Horacio de su propio árbol genealógico. La crudeza de las conversaciones remite a pliegos tan profundos que se pasa del placer a una incomodidad casi insoportable y adictiva, a medida que crece el relato. Si uno de los objetivos que terminó acariciando Luis Landero fue el de desahogarse con su escritura hasta tal punto que quien la lee siente todo lo que duele la verdad, lo ha culminado con creces. Se llega a una situación en la que se agradece el nivel que alcanzan los personajes con una inquietud que proyecta sobre ellos el sentido de la existencia de quien regresó a la narrativa de Luis Landero con el convencimiento de que recibiría otro chute de vida. De que se sometería a una experiencia que, esta vez, ha ido un escalón más allá.

Ha destilado un cóctel en el que la imaginación se entromete para aliñar el mundo que nos ha tocado vivir con un veneno de máxima pureza. Con un trance sinuoso que se desboca, como la propia cotidianidad, cuando las mentiras piadosas y los secretos familiares ya no anestesian el necesario anhelo de ser felices por el que se sacrifican los humanos.