Explica Roberto Saviano al inicio de su último trabajo 'Beso feroz', que cada beso es único, como «los cristales de nieve». Que hay besos pasionales, besos «a la francesa», besos maternos y paternos, besos lascivos, los de saludo... Y los besos feroces. Estos «no pueden clasificarse. Sellan silencios, hacen promesas, dictan condenas o declaran absoluciones (...) el beso feroz quiere explorar ese abismo insondable o encontrar un vacío: el vacío sordo, oscuro, que esconde» los besos feroces existen, como las alianzas. «Y siempre dejan un sabor a sangre».

Saviano hace referencia con ello al llamado «beso de la mafia», de oscuro significado, pero siempre asociado a la sangre y que el cine se ha encargado de inmortalizar como la famosa escena de 'El Padrino' en la que el joven Michael Corleone besa a Fredo.

El beso feroz es también, en el escenario que dibuja Saviano, el beso de muerte sobre Nápoles, esa ciudad bella y terrible, la ciudad que forjaron los romanos y engalanaron los españoles cuando eran sus dueños, con sus cuatro famosos castillos y uno de los mayores patrimonios histórico y artísticos de toda Italia. El beso de la Camorra ha devastado Nápoles y ahora son sus hijos, los Marajá, Tucán, Dientecito o Pichafloja que retrata Saviano en su novela los que se esfuerzan en perpetuar ese aniquilamiento social y moral de la ciudad.

'Beso feroz' es la continuación de 'La banda de los niños'. En esta ocasión los niños, la banda de Nicolas Fiorillo, Maraja' sigue en todo los métodos sangrientos que ven en los capos mayores. Pero, como suele ocurrir, los jóvenes no quieren limitarse a imitar, quieren ir más allá, dejar su propio sello de delincuentes juveniles, imponer su propio beso. Por eso sus acciones cobran una crueldad inusitada. Quieren tener dinero, y rápido, el tráfico de cocaina es el atajo que mejor les recorta esa impaciencia. Pero el camino obliga a eliminar, con sadismo si es posible, a los rivales.

La actividad de estas bandas criminales juveniles que les lleva a desear el control sobre la ciudad choca contra el poder de los grandes capos de la Camorra. Hay una verdadera guerra generacional: por un lado, los jóvenes que controlan sus distritos mostrando su poder a cualquiera, y por el otro, los viejos camorristas escondidos en sus fortalezas para emitir órdenes y decidir la vida de otros.

La historia es desgarradora y brutal, pero desgraciadamente real como brutal es la situación de Nápoles, la ciudad abocada a transigir y padecer el beso de sangre y muerte con que la mafia la ha engatusado y del que no sabe desprenderse.