El fútbol es una pasión de masas, una inyección de moral, una metáfora de la vida y, como el pan y el circo de los emperadores romanos, es susceptible de ser utilizado por el poder, sobre todo en los estados totalitarios, como un elemento de propaganda para mostrar las bondades de un régimen. El profesor, escritor y articulista malagueño Cristóbal Villalobos traza en 'Fútbol y fascismo' (editorial Altamera, 2020) un magnífico cuadro de ejemplos, a través de una serie de microensayos, de cómo los diversos regímenes fascistas que usaron el juego de la pelota para entontecer a las masas y reivindicar sus logros a través de los futbolistas.

Con una profunda tarea de documentación y revisión, Villalobos nos cuenta como la España autoritaria de Franco usó el fútbol para acallar las reivindicaciones y las aspiraciones de libertad de un pueblo oprimido, ahonda en la leyenda que establecía una unión indisoluble entre el Real Madrid y el falangismo, paseándonos, con certera pluma y pintura de ambientes, por la época de las seis copas de Europa en blanco y negro y las relaciones de los mandatarios blancos, sobre todo Santiago Bernabéu y Raimundo Saporta, con los primeros espadas de aquel país, y hace lo propio con Mussolini y aquellos dos mundiales que ganó la escuadra azzurra en el 34 y el 38, las relaciones entre Hitler y los jerarcas nazis y el equipo nacional de fútbol alemán o nos pasea por las relaciones entre el juego y la dictadura argentina (inmortal Kempes en aquella final del 78 en Buenos Aires, un Mundial que fue usado para tapar las torturas de la Escuela de Mecánica de la Armada), poniendo también su lupa implacable de cronista riguroso en Uruguay, Brasil o Chile.

Llama la atención cómo el fútbol también puede ser usado para luchar contra la tiranía, como narra en la experiencia del capítulo titulado 'Democracia corinthiana', cuando a principios de los ochenta llegó a la dirección general de ese club Adilson Monteiro Alves, un joven sociólogo que sabía poco de fútbol pero sí tenía firmes ideales democráticos. Su preocupación no era el campeonato paulista, nos dice Villalobos, sino la lucha de la sociedad brasileña contra la dictadura, de forma que si el país avanzaba en un proceso que llevara a la democracia el club mejoraría su maltrecha economía.