Mientras las librerías están cerradas, y desde hace unos días más cerradas que nunca; mientras los repartidores se juegan la vida en sus bicicletas llevando comida que sabe a miedo; mientras nadie apaga el televisor y todos estamos cargando una y otra vez la batería de nuestros teléfonos para poder asustarnos con las malditas redes sociales del terror a distancia, pues resulta que una de las nuevas modas es recomendar libros. Buenos amigos míos están en ello, y se agradece el esfuerzo, pero dónde quieren que compremos esos libros. Salvo que este sea el sueño húmedo de los defensores del libro electrónico -pero sé que la gran mayoría de estos recomendadores de buen corazón sufren también de un amor romántico por el papel-. Como de cualquier vicio uno salva siempre a los amigos, confieso que sigo los amables chivatazos de ese bético loco que es Francis Mármol -en Twitter responde por @francismarmol79 y en Instagram por francis.marmol-. Y el otro día recomendó la biografía de Eduard Limónov que escribió Emmanuel Carrère, publicada aquí por Anagrama y que yo ya tenía en mi lista de pendientes. Pero Limónov murió el pasado 20 de marzo, y no sé si tomar ahora este libro como una necrológica expandida. Demasiadas muertes estos días.