'Nocturno de Bujara', «uno de los cuentos mas bellos y perfectos que se han escrito nunca», a decir de Enrique Vila-Matas, amigo personal de Sergio Pitol, escritor excepcional que escogió para morir un día primaveral de hace dos años, un 12 de abril. Vila Matas no dudaba en señalar a Sergio Pitol como «el mejor escritor en lengua española de nuestro tiempo. El maestro perfecto».

Para entender esa afirmación hay que adentrarse en los escritos de este mexicano universal, leer algunos de sus primeros trabajos, como 'Domar a la divina garza', y aquellos otros que resaltan sobre el resto de su obra, 'La vida conyugal' o tríptico de carnaval' y, sobre todo, bucear en sus cuetos, como 'Vals de Mefisto', o ese extraordinario 'Nocturno de Bujara', que deslumbraba a Vila Matas. En 'Nocturno de Bujara', Pitol asiste fascinado a un paseo por la milenaria ciudad, a su laberinto de callejuelas, a describir «el aire de embriaguez, de deleite que me invadió cada vez que una de esas callejuelas se abría para dar paso a las suaves formas de un mausoleo». Por la noche contempla alucinado el desfile de un cortejo nupcial, alumbrado por antorchas y al son de una gran tamborada. Dice Pitol que en Bujara es posible contraer la enfermedad que arrebata la razón.

Pitol se inició en la literatura muy joven, debía tener 23 ó 24 años. En 1956, para ser precisos. «Fui el primero en asombrarse de haber dado ese paso», dice él mismo. El pretexto fue el desahogo tras una primera ruptura amorosa. También él mismo en 'Una autobiografía soterrada' explica como su estilo no surge sólo de la imaginación, pues su dimensión es minúscula. «Soy hijo de todo lo visto y lo soñado, de lo que amo y aborrezco, pero aún mas ampliamente de la lectura, desde la más prestigiosa a la casi deleznable». Estos son los mecanismo internos sobre los que Pitol ha construido una obra soberana, tremendamente singular y envuelta siempre en lo misterioso, algo de lo que el escritor siempre gustó.

Su obsesión por el viaje, por el conocimiento de nuevos lugares, por recorrer las calles que pisara Virginia Woolf o Joyce, le llevó a un estado de fuga permanente para lo que se ayudó de su carrera diplomática. Fue miembro del Servicio Exterior Mexicano desde 1960, para el que trabajó como agregado cultural en París, Varsovia, Budapest, Moscú y Praga. Además, residió en Roma, Pekín y Barcelona por motivos de estudio y trabajo.

Fue miembro del Servicio Exterior Mexicano desde 1960, para el que trabajó como agregado cultural en París, Varsovia, Budapest, Moscú y Praga. Su paso por Moscú? afianzó en él su afición por la literatura rusa en general y por Antón Chéjov en particular.

Ello le permitió ser un políglota que hablaba siete idiomas y que le ayudó a trasladar al español obras de Antón Chéjov, Henry James, Robert Graves, Joseph Conrad, Jane Austen, o Lewis Carroll. Sus últimos años, a partir de 1993 los vivió en Xalapa, capital del estado mexicano de Veracruz.

En su trayectoria, que combina la novela, el cuento, el ensayo y otros géneros, Pitol se ha impuesto como un impulsor imprescindible de la narrativa iberoamericana. Con un estilo sobrio y contundente, sin excesos, ni barroquismos, demanda, a cada instante, la presencia, la participación del lector. «El cuento moderno a partir de Chejov, tenga o no un final preciso, requiere la participación del lector, éste no solo se convierte en un traductor sino también en un partícipe, en cómplice del autor», señala el propio Pitol.

Esta magistral trayectoria le llevó a ganar el Premio Juan Rulfo, en México a la obra de una vida. Y de manera especial la concesión del Premio Cervantes en 2005. En aquella ocasión el jurado valoró su tarea como traductor «importantísimo para los hispanohablantes, su doble dimensión de novelista y ensayista, su capacidad para adelantarse a lo que son tendencias muy acentuadas en los últimos años de lo que es la novela abierta, que integra no sólo la narración, sino la reflexión y el ensayo, es decir, una fusión de géneros».

Al recibirlo Sergio Pitol aseguró que «aquello que da unida a mi existencia es la literatura, todo lo vivido, pensado añorado imaginado, está contenido en ella. Es el sueño de lo real».Y añadía. «uno, me aventuro a decir, es los libros que ha leído, la pintura que ha conocido, la musica escuchada y olvidada, las calles recorridas».