Recordaba Jaime Campmany que el dicho «¡Qué país, Miquelarena!» nació de la frase soltada por un amigo del periodista vasco Jacinto Miquelarena (1891-1962), tras presenciar ambos, en una estación de tren, el trato degradante de un mando militar a su ayudante.

'¡Qué país, Miquelarena!', que acaba de editar Renacimiento en una espléndida edición, es también el título del trabajo de investigación y resumen de la tesis doctoral de Leticia Zaldívar Miquelarena, nieta del periodista bilbaíno.

La obra recupera a un periodista trotamundos y escritor humorístico de gran nivel, uno de los primeros espadas de la revista 'La Ametralladora', en su etapa de la posguerra, así como de la naciente 'La Codorniz'. Lo cierto es que participó en tantos frentes profesionales que quizás por eso ha quedado injustamente desdibujado en todo ellos.

De la mano de testimonios personales, de su amplia obra literaria y periodística, así como de sus escritos y epistolario, localizados en 2003 de forma rocambolesca en Frigiliana (Málaga), Leticia Zaldívar ofrece un retrato bastante completo de este autor, admirado por Francisco Umbral y uno de los periodistas más conocidos de su época.

Hijo de una familia de la boyante burguesía industrial bilbaína, estudió en Francia e Inglaterra pero lejos de sumarse a los negocios familiares, decidió hacerse periodista y con 21 años ya se fogueó en su oficio en Argentina, donde volvería muchos años después como corresponsal.

En la década de los 20 destacó con sendos libros vanguardistas y dignos del mejor Julio Camba sobre sus estancias en Holanda y Nueva York. También como periodista deportivo pionero cuando en 1923 funda y dirige 'Excelsior', un periódico bilbaíno que fue el primer diario deportivo de España.

Compañero de tertulia de personajes tan dispares como Miguel de Unamuno, José Antonio Primo de Rivera o Ramón Gómez de la Serna, fue fichado por el ABC en 1930 y siete años más tarde sería el primer director de Radio Nacional de España. Hombre de derechas, cuando vencieron los suyos pronto puso tierra de por medio e inició, hasta su muerte, un largo periplo como corresponsal del ABC que comenzó con su paseo por media Europa para contar la II Guerra Mundial y a partir de 1942, de enviado del periódico en Argentina, Londres y París, esta última etapa ya septuagenario.

Su fallecimiento, precisamente, creó revuelo en la España franquista, cuyas autoridades corrieron un tupido velo, pues el periodista se tiró a las vías del metro parisino, con una carta en la que acusaba al entonces director del ABC, Luis Calvo, de un trato degradante que le llevó a la muerte. '¡Qué país, Miquelarena!' bien puede ser un primer paso para recuperar su figura y sobre todo, buena parte de su variadísima obra.