Antaño o Prawiek, es un pueblo imaginario ubicado en el centro de Polonia, en la región de Kielce, la Baja Silesia. «Antaño es un lugar situado en el centro del universo», así comienza Olga Tokarczuk, su historia sobre este pueblo y sus habitantes, una historia mítica en lo narrativo y revolucionaria en su concepción estilística, que confirma la justeza de la concesión del Premio Nobel a esta escritora polaca y que nos permite descubrir a este gigante dormido (Tokarczuk la escribió en 1996), gracias ahora a la edición de Anagrama. Descubrimos así que 'Un lugar llamado Antaño' es la novela de una escritora consolidada, con un poderío narrativo que abarca géneros y estilos y un compromiso con la literatura pura y sin artificios.

Tokarczuk, como García Márquez con Macondo, convierte a Antaño en el centro del universo, como un gran mito, para crear y describir el mundo. Antaño es una metáfora del mundo, nacimiento, muerte, guerra, felicidad y tragedias humanas, es decir, todo lo que está conectado con la vida humana se gesta en esta aldea global que, como todo lo que vive, nace, se desarrolla y muere.

En Antaño seguimos la vida de sus habitantes desde la Primera Guerra Mundial hasta la segunda mitad del siglo XX. Cuenta la historia de dos familias que viven en el pueblo, Divina y Celestial y describe el destino de tres generaciones que luchan por su felicidad y su futuro.

En esta aldea ficticia ocurren cosas ordinarias, como el nacimiento o la muerte; otras extraordinarias, como el estacionamiento de tropas soviéticas y la creación de la línea del frente, y otras completamente inusuales, incluso algo mágicas, como personajes que viven en la misma casas, pero en diferentes realidades, que entroncan con elementos de realismo mágico.

En Antaño hay dos ríos, el Negro, «profundo y oscuro», es capaz de mostrarse «furioso, indomable y, a veces, hasta forma ollas en su oscura superficie» y el Blanco «raudo y poco profundo», que recuerda «a un lagarto reluciente»; también una colina que invade cada verano una multitud de abejorros; una iglesia, un molino, un bosque, unas cuantas casitas alrededor de la plaza mayor y un camino que llega hasta Kielce, la capital a unos 50 km. Pero la acción se desarrolla solamente en este espacio, tan alejado de todo. Cada una de sus cuatro fronteras está protegida por un arcángel. La frontera sur por el arcángel San Gabriel; la norte la protege el arcángel san Rafael; la oeste el arcángel san Miguel; y la frontera este, el arcángel san Uriel.

Sus habitantes, aunque parecen llevar una vida ordinaria, son singulares y excéntricos. Así conocemos, llegamos a conocer, por ejemplo, a Genowefa, que durante muchos años tuvo que prescindir de su esposo reclutado durante la Primera Guerra Mundial; a sus hijos, Misia e Izydor, quienes, aunque pasaron toda su vida juntos, fue diferente para ellos; a Popielski, abrumado por la manía que juega un extraño juego que obtuvo antes de la guerra de un viejo rabino; a Kloska, que vive en una casa en ruinas cerca de un gran bosque y que para sobrevivir debe entregar su cuerpo; a Florentynka que tiene un montón de perros para su familia, en fin, a perros sabios como Pepona.

Tokarczuk acude al mito para contar esta historia y aquí radica la grandeza de la autora. El mito como modelo y el patrón universal del destino humano, algo que le entronca con los grandes escritores, desde Cervantes a García Márquez o Kafka. Su narrativa, original, mágica, esplendorosa, acoge un territorio muy amplio, con ambición de totalidad. Es una escritura que quiere abarcarlo todo y carece de fronteras, con un dominio de los géneros y una maravillosa ductilidad para mezclarlos, sin contaminar la historia.

Un lugar llamado Antaño es un relato mágico y sabio, que deslumbra y conmueve por su valor emocional, sin por ello perder la rigurosidad intelectual que atesora Tokarczuk y la convierten en una escritora con una de las prosas mas originales y atrevidas del universo narrativo.