Su aspiración como escritor era «contar llano y sencillo, como quien come pan». Con esta premisa por bandera, Álvaro Cunqueiro firmó un extensa obra literaria, tanto en español como en gallego, con especial empeño en la poesía, si bien es la brillantez y la poderosa singularidad de su obra en prosa la que le ha encumbrado como un mago y fabulador de cuentos e historias salidas de su imaginación desbordante y pródiga que le convierten en un autor imprescindible de la narrativa española del último medio siglo.

Dentro de esa extensa obra narrativa, el periodismo fue su actividad más constante y más prosaica, pues fue su modus vivendi a lo largo de 50 años. Como periodista Cunqueiro ejerció esencialmente en El Faro de Vigo, periódico del que fue director y en el que parió su famosa columna El envés.

Ahora Biblioteca Castro, que ya se ha ocupado en dos excelentes volúmenes de editar la obra en prosa de Cunqueiro, añade un tercer tomo con una recopilación del trabajo periodístico del gallego. Según cálculos aproximados, Álvaro Cunqueiro publicó a lo largo de medio siglo cerca de veinte mil artículos. Este volumen de Biblioteca Castro ha sido seleccionado por Miguel González Somovilla, que recoge 200 artículos que, según él mismo señala, «pretende ir más allá de recopilaciones anteriores, al abarcar medio siglo de articulismo cunqueiriano, desde marzo de 1930 -año de aparición de su firma, por vez primera, en el semanario Vallibria de Mondoñedo- hasta marzo de 1981, fecha en que se publicaron tres artículos póstumos».

Todos los artículo de Cunqueiro tienen un doble propósito, uno es recrear el paisaje de fondo de Galicia, sus montes y ríos, sus paisajes, sus gente; el otro, la defensa de su querida lengua gallega, contribuyendo a su renovación y su prestigio social y literario.

Con un alma esencialmente poética, Cunqueiro dedicó muchos de sus artículos a los poetas y la poesía. Vuelve una y otra vez sus ojos y su pluma a los poetas de aquí y de allá y habla de Ezra Pund, de Paul Eluard, de Luis Pimentel, de Manuel Leiras Pulpeiro, de Octavio Paz, de Silvia Plat: «no era una gran poeta, lo que no quita para que muchos la estén leyendo apasionadamente, se entra en Silvia Plat como quien entra en religión». De Rosalía destaca que «el miedo es una de las constantes en su poesía, otra el desasosiego. Se dice a sí misma que nunca encontrará la paz». Y de Castelao habla con emoción: «Sin duda el gallego que celebra el aniversario de la muerte de Castelao encuentra hoy una sabiduría que ejemplariza y que hace de Castelao el primer clásico gallego».

Recorrió en dos ocasiones el Camino de Santiago, dejando crónicas de cada paso. «Hemos peregrinado un poco. Hemos pisado el camino santo. Y eso no se olvida. Lo comenzó Carlomagno porque se lo dijo un ángel y los cristianos tienen que seguir en la obra, en el polvo y en los guijos. El camino recobra vida. Es una de las venas mayores del cuerpo de Europa».

El mar que nos rodea, es el que comunica a Galicia con el mundo. «Suponed que hay un camino que va por el mar de Galicia a Bretaña. Suponed que en el camino, en un lugar donde las verdes olas se comban como una colina, está la taberna de Galiana».

En sus artículos dedicados a retratos y paisajes, recuerda que «todo paisaje es esencialmente una imaginación». Y habla de Cervantes, de Unamuno, de Wenceslao Fernández Flores, «gallego universal»; homenajea a Josep Pla, «una personalidad sin semejanza en el conjunto de las letras hispánicas de hoy»; de su amigo el falangista Rafael Sánchez Maza.

Pero llegamos a los vinos y las tabernas gallegas donde Cunqueiro nos hace beber con deleite. «Bebí en las de Lugo, que son de las mejores de la región; las más hermosas tabernas son las betanceiras, pero donde realmente se bebe es en las tabernas de Santiago. Parece como si fuese allí, en Compostela, donde se descubren las íntimas cales de los vinos del Miño y del Avia, del cabal Espadeiro, de los benedictinos albariños».

Y a su lado, la gastronomía, que con tanto gusto disfrutaba Cunqueiro, al comerla y al contarla. «En ninguna otra parcela de la cultura espiritual y material puso el hombre tanta imaginación como en la cocina. Mucho más que en la guerra, que en la política, que en el amor».

Otra de sus grandes querencias fueron el gusto por lo oculto, el espionaje, la quiromancia, lo maravilloso y cuenta como «un periódico inglés sugiere al Foreign Office que contrate adivinos para los servicios secretos ya que no parecen ser suficientes los avisos que puedan dar los medios normales de espionaje y que es necesaria, en política exterior, la predicción».

Y como buen gallego la magia está presente, pues es como las meigas. Por eso se preocupa del saber de los «rústicos curadores» pues en vísperas de un nuevo siglo «ha aumentador radicalmente la cantidad de misterios alrededor del hombre y en el hombre».

Y acaba con los artículos sobre ángeles y demonios. «Una de las grandes estupideces de nuestro tiempo es la de rechazar de plano toda explicación sobrenatural de los sucesos del día, contentándose con una explicación científica con lo que el espíritu científico de la época queda satisfecho».

Y remata con varios artículos, entre ellos el titulado 'Al pasar de los años', que da título a esta antología, escrito el 27 de mayo de 1964, aniversario de su sección 'El envés'. Cunqueiro resuelve aquí su esencia vital. Se pregunta «¿a quién he sido fiel?» y responde sin vacilar: «a una interpretación providencialista de la historia».