«Cuando le regaló un rifle de aire comprimido a Jem, Atticus no quiso enseñarle a tirar. Un día le dijo a Jem: 'Matad todos los arrendajos azules que queráis, si podéis darle, pero recordad que matar un ruiseñor es pecado'. Jem interrogó al respecto a miss Maudie que le dijo: 'Tu padre tiene razón, los ruiseñores no se dedican a otra cosa que a cantar para alegrarnos. No devoran los frutos de los huertos, no anidan en los arcones del maíz, no hacen más que derramar el corazón, cantando para nuestro deleite. Por eso es pecado matar un ruiseñor'». El círculo se cierra al final de la novela. Cuando Atticus no entiende que haya que librar a Boo Radley -el vecino tímido y apocado- de un juicio por haber salvado a sus hijos de morir a manos de un vecino vengativo, que pretendía matar a los niños, Scout, la hija de 6 años de Atticus que es la narradora de toda la historia, se dirige a su padre: «mira, hubiera sido una cosa así como matar un ruiseñor», le dijo para demostrarle que había entendido todas sus enseñanzas sobre la rectitud y la honestidad en la vida y la necesidad de proteger a los inocentes.

'Matar un ruiseñor', la mítica novela de Harper Lee, va mucho mas allá de esta noble enseñanza que da título al libro. Se cumplen ahora cuatro años de la muerte de su autora a los 89 años. Lee escribió su historia en la década de los años cincuenta del pasado siglo, cuando el odio hacia los negros, especialmente en el sur profundo de los estados de Alabama, Misisipi o Luisiana, permitía que estos fuesen tratados como esclavos y fuesen ahorcados colgados de un árbol por cualquier pretexto y cuando la lucha por los derechos civiles y contra la segregación racial comenzaba a tomar fuerza, en este caso en aquellos otros estados más liberales como California o Nueva York.

Sesenta años después del nacimiento de 'Matar un ruiseñor', la novela, su historia se ha convertido en un mi, que es material de enseñanza en las escuelas de Estados Unidos, y ha marcado a muchas generaciones de lectores, de ahí su mitomanía. Premiada con el Pulitzer, la novela, traducida prácticamente a todos los idiomas conocidos, ha vendido más de 40 millones de ejemplares en el mundo. A ello contribuyó el éxito de la película que narra la historia, protagonizada por Gregory Pek en cuya adaptación colaboró la propia Harper Lee. También ha convertido en leyenda a su autora, que era una joven desconocida cuando publicó el libro, con 31 años, una leyenda acrecentada por su decisión de recluirse en el silencio literario y público. Abrumada quizá por el éxito y por la sobreexplotación mediática, Harper Lee, siguiendo la estela de otros escritores como J. D. Salinger, regresó a su mundo privado. Dejó de asistir actos públicos o dar entrevistas y no volvió a publicar un solo escrito en los 5 años siguientes. Solo en 2015, un año antes de su muerte, se publicó una novela que Lee había escrito con anterioridad a 'Matar un ruiseñor' y que, en realidad, era la antesala de esta.

La historia que cuenta 'Matar un ruiseñor' se desarrolla en la década de los años treinta en Maycomb, un retrato figurado de Monroeville, la pequeña localidad de Alabama donde nació la escritora, era entonces un pueblo sumido en la pobreza que generó la Gran Depresión. «Maycomb era población antigua y fatigada. (...) Nadie tenía prisa, porque no había donde ir, nada que comprar, ni dinero con que comprarlo, ni nada que ver fuera de los límites del condado», describe la pequeña Scout la imagen de su pueblo.

Es la propia Scout, -un reflejo de la propia autora cuando era niña- la que, desde sus ojos y su mirada de niña de seis años, cuenta el devenir de Maycomb y sus habitantes en los primeros años de la terrible década de los treinta. Scout vive «en la calle residencial de la población» con su hermano Jem, cuatro años mayor que ella y su padre el abogado Atticus Finch, admirado por sus vecinos por su alto sentido de la rectitud, la moralidad y la ética social, que trataba de inculcar a sus hijos que no lo llamaba papá, sino por su nombre y del que se sentían orgullosos y consideraban «un padre plenamente satisfactorio».

La novela relata de un lado, el descubrimiento del mundo por parte de los niños, a través de sus juegos y su percepción de todo lo que les rodea; el misterio de la mansión de los Radley, que subyuga y atemoriza a los pequeños y la crueldad del racismo imperante, que alimentaba la segregación, la discriminación. Atticus acepta defender a un joven negro acusado falsamente de violar a una muchacha blanca. Atticus deberá soportar el desprecio y la crítica de muchos de sus vecinos blancos que no entienden que el abogado crea en la inocencia del joven negro y que le defienda con humanidad y justicia.

El éxito de la novela fue inmediato. Aquel año ganó el Pulitzer y en seguida fue llevada al cine. La película también fue un éxito que amplificó su popularidad y su prestigio. ¿Su secreto? Harper Lee hacía una recreación exquisita pero no sentimental de un mundo que conocía bien. Lo hacía a través de la mirada, ingenua, pero no simplista ni ñoña, de una niña. Esa ingenuidad aparente permitía a Lee señalar, sin pontificar, los problemas del racismo y la segregación racial; lo hacía sin moralina ni condena explícita, sólo señalando, como lo veía la niña.

Y todo ello gracias a un talento narrativo sorprendente, que le permitió escribir una historia conmovedora, con una percepción real y auténtica del sentido de la vida que señalaba, sin condenar a los que esclavizaban y segregaban a otros por el color negro de su piel y honraba a los que, como el ruiseñor, alegraban la vida de otros y salvaban sus vidas.