Escribir es tocar un piano. Cada palabra es la tecla de una composición en la que la música fluye. No se escribe de oído al vuelo, aunque venga bien que a uno le suene espontánea la melodía, la manera de mover las octavas y la escala mediante los dedos. Lo primero es conocer el material y funcionamiento de las teclas, los diferentes tonos y semitonos, que el lenguaje es un objeto físico que se aprende, se construye y se moldea. Escuchar la música de otros y trabajar la propia -cadencia, voz, atmósfera, la gramática en sus reglas y a la vez transgrediéndolas-. Es lo que defiende Ursula K. Le Guin en un excelente ensayo en forma de entrevista que debería ser cabecera de quiénes desean escribir y enseguida se consideran escritores sin haberse adentrado en la sencillez y complejidad de la escritura, en la importancia de la lectura que para Le Guin es un acto muy distinto al ver. 'Conversaciones sobre la escritura', su lucidez desenvuelta frente a las preguntas de David Neimon en forma de puente para que ella los cruce y lleve a los lectores desde un punto de partida a otra orilla de llegada es una delicia de la autora de 'La mano izquierda de la oscuridad' - una interesante relectura del Orlando de Virginia Woolf con audaces propuestas sobre género-, 'Los desposeídos' y 'El nombre del mundo es Bosque', que le convirtieron en unos de los nombres más importantes de la ciencia ficción que este año tiene sus estrellas en los centenarios de Asimov y de Bradbury. Pero no es por esos mundos literarios por los que más me ha interesado la escritora de Berkeley y asentada en su universo ficticio de Terramar, sino por su brillantez argumentativa en torno a la vocación de escribir y al viaje a través de todas las posibilidades de la imaginación.

Se agradecen apuestas editoriales como ésta, la de Alpha Decay y de su traductora Núria Molines. No podía ser tampoco de otra manera ya que la propia Úrsula K. Le Guin ha defendió, en estas páginas también, el papel de las pequeñas editoriales independientes frente a la mercantilización de los grandes sellos para los que la literatura siempre está por debajo de las ventas. Hay muchos temas interesantes en este ensayo dialogado, que tuvo mucho de testamento intuido de la novelista a la que Harold Bloom definió como una estilista de la imaginación, magistral en elevar la ciencia ficción y en divulgarla entre diferentes generaciones. No sólo él, muchos otros, elogiaron de la misma manera su concepto de la literatura como un artefacto perfecto entre la memoria, el influjo de lo fantástico en la ficción y la posición propia desde la que enfocar el deseo de la historia, la manera de contarla, arriesgándose incuso a hacerlo desde los márgenes que injustamente condenan a cierta invisibilidad el talento. Son los casos que ella defiende como los hermanos Boris y Arkadi Strugatski, y Mary Foote, escritora cuya autobiografía plagió abiertamente (incluso en el título) Wallace Stegner para su Ángulo de reposo, con la que ganó el Pulitzer. Esos márgenes de la literatura que también tuvo el boom hispanoamericano con Cabrera Infante, José Donoso o Severo Sarduy.

Es la escritura de todos modos el gran tema del libro que aborda el feminismo, la política, la ecología, el papel de la mujer en la literatura, y el compromiso como herramientas literarias. Y sobre todo el lenguaje como herramienta política, el uso moral que conlleva, la imprescindible tarea de ahondar lo suficiente en lenguaje para sentir su propio ritmo - pone de ejemplo la escritura de Tolkien en El señor de los anillos-, y cómo hace funcionar la memoria y la imaginación para encontrar las palabras precisas. Un trabajo y un encuentro que su admirada Virginia Woolf llamaba «la onda en la mente». Igualmente, en ese sentido de búsqueda al igual que género de adiestramiento, Le Guin reivindica la poesía como ejercicio de imaginación la importancia del estilo, y la convicción de que muchas veces no hace falta que la historia se supedite a un conflicto, porque si la historia es buena y el lenguaje también ésta contarán a sí misma. Un libro con el que uno crece como lector, y quienes escriben más.