El escritor gallego no sólo fue un hombre libérrimo que transitó políticamente a la inversa de casi todo el mundo en la España finisecular y preguerracivilista sino que literariamente ya había dejado en su madurez algunas obras como 'La lámpara maravillosa. Ejercicios espirituales' que son todo un dechado de luces premonitorias en cuanto a estilo, forma y contenido.

En este libro que ahora reedita La Felguera de manera exquisita, con sus grabados originales de 1922 por Moya del Pino, se nos aparece Valle como un sensei de enorme brillo. No sabemos el protagonismo que el 'kifi' ya hacía en los viajes interiores de este chamán gallego que adelantándose a muchos otros, beats por ejemplo, continua en la rueda modernista solo superficialmente y quizá emula el englobamiento de los 'hachichinos' de París de cara a la galería para demostrarnos que tiene castillos dentro y que lo suyo trasciende la forma y los paraísos artificiales.

Es muy complejo definir esta obra pero también puede decirse de ella que responde claramente a un individuo inclasificable como Valle Inclán, poliédrico estilista, aguerrido polemista, defensor del progreso social, nostálgico de su Galicia rural, creyente en la magia de estar vivos, prestidigitador de la palabra pero más aún mayeútico personaje que nos enseña caminos para la creación literaria y el autoconocimiento desde el más sincero y sesudo desnudo interior.

Es un libro de cavilaciones estéticas pero también de historias de vida. De conclusiones sacadas a la noche de la mente con una luminosidad hiriente. Es un tratado espiritual que bien pudiera ser una continuación de nuestros místicos del Siglo de Oro y a la vez juguetillo de esoterismos, cábalas y meigas que pueblan la abigarrada barba de la terra galega.

La astrología, la cábala, la propia parodia o simulacro paganote de los ejercicios espirituales católicos, la conexión espiritista, el éxtasis y el nirvana aparecen aquí de manera indirecta en pensamientos, sugerencias, destellos, acumulaciones de ingenio y alquimias propias de un genio del lenguaje que llega a asumir que hay cosas que no pueden aprehenderse con las palabras.

Es el uso del lenguaje una de las preocupaciones más marcadas de Valle Inclán en este volumen que juega a ser enigmático por momentos diciéndonos de alguna forma que nos preguntemos por nuestra existencia, por el lugar que ocupamos en el espacio, por la situación de todos los elementos del paisaje y por nuestro crecimiento espiritual.

No debe haber muchos libros del autor de 'Luces de Bohemia' que deslumbren sobre la verdadera esencia de su naturaleza, de sus cuitas, de sus anhelos, de su profunda comprensión de lo más vulgar del ser humano pero también de su ilimitada capacidad por elevarse sobre las cosas si se entrega a una meditación que es leit motiv claro y rotundo. Una nueva señal de que Valle Inclán ya veía hace un siglo los derroteros del progreso industrial y los resultados de los medios de comunicación de masas. En 'La lámpara maravillosa. Ejercicios espirituales' nos ofrece un camino de perfección desde el sincretismo religioso que parece profesaba, una manera de estar en la vida, de mirar a nuestro alrededor y de reproducir artísticamente el milagro de la creación y del deambular humano por este valle de lágrimas y por supuesto de gozos.

Las preciosistas ilustraciones de Moya del Pino suponen una doble lectura de los textos, o mejor dicho, una lectura paralela que según han advertido los más avezados críticos marcaba señales y pistas de otras cavilaciones añadidas a lo que iba contando el narrador principal del libro. Era esta una manera de entender la creación artística como parte de un todo, que no hace esencias a la música y a otras manifestaciones humanas que sólo buscan lo que Valle deseó siempre un Dios, varios o respuestas a las principales preguntas que el ser humano ha venido haciéndose desde el principio de los tiempos.

Este libro además de Tirano Banderas o sus sonatas debería figurar entre sus grandes obras, pues siendo muy fácil de leer por lo parcelado de las historias (otro acierto siempre su dinamismo en capítulos cortos y ágiles y su intuición de que el hombre nuevo iba a tener poco tiempo para leer y perder el hilo) ya aventura la necesidad de unir al hombre con el más allá en un tiempo donde se le fue despojando de la religión en aras de entregarse a los brazos del materialismo y la ciencia. Valle como siempre optaba por el camino inverso, sabiendo como saben los genios, que no hay verdad absoluta y que la magia y el misterio son la semilla primera de la creación literaria.