Juan José Saer, nacido en Serodino, Argentina en 1937, muerto en París, un 11 de junio de 2005, fue siempre el único habitante de un mundo literario que tenía la imaginación como señal de identidad o, como él mismo decía, como una extensión de la memoria y de la imaginación.

Con estos dos poderosos remos impulsó y llevó a puerto una obra literaria sin parangón que hoy, a los quince años de su fallecimiento, sigue manteniendo una inigualable calidad basada en su enorme originalidad y la honestidad y coherencia de su quehacer que nunca se ciñó a las exigencia literarias del momento. Al escribir, Saer nunca atendió más que a su propia patria interior, a su universo que, como aquella famosa frase infantil, abarcaba hasta el infinito y más allá. Una obra inabarcable y sin fronteras, en las entrañas mismas de la literatura.

Con ellos, más allá de las concomitancias, evidentes en el primero y difusas respecto al segundo, forma algo que podía ensillarse como una terna, una pirámide sagrada, situada por encima de la cabeza de tantos y tan buenos escritores argentinos (Piglia, Aira, Mújica Laínez, e, incluso, Roberto Arlt), en un escalafón superior al del espigadísimo Antonio Di Benedetto, al que probablemente le faltaron dos o tres libros y décadas para volar en las alturas beckettianas por las que se pasea Juan José Saer.

Por ello su obra literaria siempre va a tener vigencia porque, por la vastedad de su obra, por su coherencia interna, por la contundencia en la concreción de su proyecto narrativo, por su radicalidad y por su altísimo valor literario y estético, es junto a Ricardo Pligia, el novelista argentino más importante de la segunda mitad del siglo XX.

Al entrar a enriquecernos con su obras veremos como el nivel estilístico es el alma y motor de su narrativa. Frases largas, barrocas, musicales, cargadas de un hálito poético de una riqueza insuperable. Una sintaxis cuidada y una fijación por el detalle y la descripción casi cinematográfica de los espacios y las acciones. Lo grandioso de Saer es el lenguaje literario propiamente dicho que utiliza para construir una historia concreta más allá del argumento y los conflictos que irán presentando sus personajes, más allá de la propia historia en sí. El medio es el mensaje. El relato, por grandioso que sea, se levanta sobre su lenguaje, sobre cómo decirlo.

Ese alto valor literario deriva y tiene que ver especialmente con su insólita y singular manera de describir que es inigualable. Podría decirse: cuenta historias para tener la oportunidad de describir, cambiando de ese modo la relación acostumbrada entre lo que se narra y los lugares donde eso transcurre. Saer es un maestro en observar el paisaje, las variaciones de la luz, los reflejos, los movimientos, y la precisión sensible de esas descripciones es una de sus cualidades originales e inconfundibles.

Ignorado durante gran parte de su vida creadora, con un programa narrativo riguroso y solitario que lo hizo escribir de espaldas a fenómenos editoriales como el boom latinoamericano (al que desdeñó), la obra de Saer ha obtenido, a partir de los años ochenta sobre todo, el reconocimiento de la crítica especializada, tanto en Argentina como en Europa.

Su obra, que cautivó primero a la crítica y a los entendidos y muy lentamente, a través de las décadas, fue creando a su público, abarca doce novelas, cinco libros de cuentos, cuatro de ensayos y uno de poemas.

'El entenado', una de sus grandes novelas, donde en el mejor tono de las tradicionales 'Crónicas de Indias', Saer nos relata una a historia que se lee como un libro de aventuras sobre una expedición española a Río de la Plata. Un grumete de esta expedición es capturado por los indios colastinés. Como único prisionero conoce unas tradiciones y rituales que lo enfrentan a nuevas percepciones de la realidad.

En esta fundamental novela, Saer nos coloca frente a cuestiones como lo real, la memoria y el lenguaje desde una perspectiva filosófica, dentro de un relato que se lee como si fuera un libro de aventuras.

Con 'La ocasión', una novela sobre la incertidumbre de la paternidad estamos ante la única con la que Saer tuvo un reconocimiento público al ganar el Premio Nadal en 1987. En 'La ocasión', lo incognoscible y la frontera entre realidad y delirio vuelven a situarse en el centro de las obsesiones de Saer. Ya desde el inicio contamos con un personaje principal de orígenes.

'El limonero real' es una de las grandes novelas de la literatura argentina, una pequeña obra maestra que Saer tardó nueve años en escribir, pero que ha tenido una influencia decisiva en la novelística latinoamericana.