Compré unos tebeos la semana pasada, e iba tan nervioso que olvidé en el estante la novela que encontré y pensaba llevarme a casa. Se trata de 'El francotirador' (Plaza & Janés, 1983), una de esas sátiras alocadas de Kurt Vonnegut. Recuerdo que bromeé sobre lo horrorosa que es la portada -Plaza & Janés en los 80 cometía crímenes estéticos de lesa humanidad todos los días-, pero que la escritura con escalpelo de Vonnegut compensaba ese horror camp -¿o era kitsch?-. Sea como sea, lo que sí me llevé, además de los tebeos, fue la primera edición de 'Los 'cómics'. Arte para el consumo y formas pop' (Llibres de Sinera, 1968), ensayo que firmó un jovencísimo Ramón-Terenci Moix -el camino al estrellato vio caer ese Ramon, pero no su eclecticismo desacomplejado y maravilloso-. Este estudio es una de las piezas clave de la crítica de cómic en España, porque Terenci Moix supo abrazar las maneras sesentayochistas y las corrientes críticas europeas, pero también miró con cariño y lupa el tebeo nacional. Su análisis de lo que llamó 'la risa de la posguerra' fue el arranque de Escuela Bruguera como concepto. Qué extraños fueron los años 60 de Terenci; lo mismo un día estaba traduciendo al catalán a Scott Fitzgerald, que reflexionaba sobre Doña Urraca o terminaba de escribir su novela sobre Marilyn. Te echamos de menos, Terenci.