La lista es interminable. Desde el mayor de todos que le catapultó a la fama, como fue la adaptación de la Novena sinfonía de Beethoven para crear el Himno de la Alegría, que popularizó un joven Miguel Ríos, pasando por la adaptación de El tamborilero, La vida sigue igual, la melodía del concurso Un, Dos Tres, o la música de las serie Curro Jiménez e Historias para no domir.

Tras llegar a España desde su Argentina natal, la gran inteligencia musical de Waldo de los Ríos le convirtió en un personaje popular y multimillonario. Amaba el lujo; con una gran mansión, se paseaba por Madrid en un Lamborghini, pero también con un gran secreto, o que al menos él trataba de no hacer público: su condición de homosexual, en una España, la de los años 70, donde no había gays, sino maricones y a los que se les aplicaba la todavía vigente Ley de Peligrosidad Social.

Ocurre que cuando se está muy alto el peligro de una caída fatal es un riesgo. Y esto parece que le ocurrió a Waldo de los Ríos.

Tras un fin de semana alternando en locales de homosexuales y consumiendo tranquilizantes y alcohol, el lunes 28 de marzo de 1977, se encerró en su dormitorio de su lujosa casa en la urbanización Conde de Orgaz de Madrid, y se pegó un tiro con su escopeta que le hizo estallar la cabeza. Tenía 42 años y estaba en lo más alta de la fama, el reconocimiento artístico y el éxito económico.

Todo esto, después de un trabajo de investigación de varios años, lo cuenta el periodista y escritor granadino afincado enMálaga Miguel Fernández en este libro 'Desafiando al olvido' que publica Roca Editorial.

En los cerca de dos años de trabajo, el autor ha realizado un exhaustivo recorrido por los escenarios en los que se desarrolló la vida del músico, desde la casa donde residió en Buenos Aires hasta el cementerio de la Chacarita, donde está enterrado al lado del cantante de tangos Roberto Goyeneche.

'Desafiando al olvido' trata precisamente de eso, de lograr la recuperación histórica un personaje clave en los anales de la música de los años sesenta y setenta del siglo pasado. ¿Por qué se suicidó Waldo de los Ríos? La pregunta recorre el minucioso trabajo de reconstrucción de la tormentosa vida del músico, arreglista y compositor. Para tratar de responder a ese interrogante, el autor nos sitúa de plano en los últimos meses de la vida del compositor. Lo describe agotado y preso de una depresión. Con los somníferos y el alcohol acompañando sus solitarias jornadas en medio de constantes dietas de adelgazamiento. Cuando hallaron su cuerpo, aun con un hilo de vida, encontraron la escopeta y la foto de un joven del que se había enamorado.