Hay escritores que, como nos desvela entre los versos de 'Poeta en Pekín' Joaquín Campos, se tambalean en una cuchilla. Sin duda, el autor de este autorretrato de contadas palabras es uno de ellos tal y como se refrenda ahora en los escaparates de novedades de las librerías. En estos microcosmos para letraheridos, se comprueba estos días que la editorial Renacimiento ha publicado el cuarto poemario del inclasificable y versátil escritor malagueño, al que se le deben novelas magistrales del mismo sello sevillano como la reciente 'Últimas esperanzas'.

Los suyos son versos que derraman adrenalina asiática y un periplo bajo el contaminado cielo pequinés que también incluye una parada en Shangái. Sin ir más lejos, fueron escritos allí -in situ- en torno a los años 2016 y 2017 cuando Joaquín Campos apuraba una estancia profesional en tierras asiáticas y se preparaba para saltar con sus labores hasta África. Y, como colofón a todas estas experiencias, el recorrido se cierra con 'Ni feto', una composición que dibuja un nudo en la garganta para gritar desde un corazón roto y proclamar el servicio que, a veces, nos presta la buena poesía.

En el alma de todos estos poemas, laten las constantes vitales del mundo escrito que ha ido construyendo en los últimos años, mientras saltaba de un género y de un continente a otro, este trotamundos llamado Joaquín Campos. En el abismo elegido de las páginas de 'Poeta en Pekín' hay literatura propia y ajena, viajes, asfalto, noche, chopos, supervivencia, personas, sexo, alcohol... En definitiva, vida y muerte. En cuanto se sucumbe al atrayente bucle de su lectura, el lector siente los sentimientos del autor en aluvión y se sitúa frente a ellos como quien se somete a la placentera e incierta deriva que imprime una bocanada de aire distinta e insaciable.