Siempre Graham Greene. La presencia de Greene en las librerías españolas es constante desde hace más de medio siglo, ya convertido el escritor inglés en esa clase de clásico incontestado que te encuentras sin necesidad de buscarlo. Sus novelas se han reeditado de forma habitual, casi rutinaria, aunque muchas veces en anónimas ediciones de bolsillo. Pero en 2019, Libros del Asteroide recuperó 'El final del affaire', con epílogo de Mario Vargas Llosa y con maneras de gran lanzamiento editorial; la apuesta se saldó con más de seis ediciones y más de 10.000 ejemplares vendidos en un año. De aquel éxito viene la recuperación de 'El revés de la trama', otra de esas novelas que siempre han estado cerca, como todas las que tienen el marchamo de ser un clásico.

Quizá esta novela sí necesitaba de una recuperación como la que le ha aplicado Libros del Asteroide. Porque pese a que con ella Graham Greene se convirtió en un novelista popular, él mismo se dedicó años después a despreciarla: «Cometí malos libros. No me gusta 'El revés de la trama', que sin embargo empezó a traerme el éxito en 1948», le confesaba a Marie-Francoise Allain en 'El otro y su doble' (Caralt, 1982). Y esta historia de amor, fracaso, compromiso, fe, traición y desdicha merece mucho más que ese desprecio de mal padre que le dedicó Greene.

Graham Greene (1904-1991) estaba en el comienzo de su pico creativo cuando escribió 'El revés de la trama'. Ya no era aquel joven periodista salido de Oxford que escribía críticas literarias o cinematográficas desde la comodidad de una redacción londinense. Tampoco era el novelista que entregó con premura 'El poder y la gloria' (1940), sabiendo que empezaba otra guerra y quería dejar algo de dinero a su familia. No, Greene era ya un veterano que había luchado desde la oscuridad del espionaje y que había salido al mundo -sin que le gustara lo que vio-.

Así, 'El revés de la trama' es un ensayo de todo lo que vendrá muy poco después, una hoja de ruta trazada por el escritor que llegaría a ser y ya casi era.

«Qué absurdo era esperar felicidad en un mundo tan lleno de desdicha», escribe Greene en uno de los momentos clave de esta novela llena de grandes momentos. Esa mirada desencantada es la que predomina en 'El revés de la trama', y quizá sea el rasgo con el que los lectores identificamos a Greene. Pero aunque aquí están ya casi todos los elementos del Greene maduro, él mismo se distanció de esta obra. Greene puso a prueba los firmes principios del protagonista de la novela, el comandante de policía Henry Scobie, quien ejerce en un remoto agujero colonial de África Occidental -remedo de Sierra Leona, donde él mismo estuvo destinado durante la Segunda Guerra Mundial-. Scobie se debate entre sus obligaciones profesionales, un matrimonio desgastado por la desdicha y el fracaso, su deseo de paz y soledad, y la llegada de una mujer tan desamparada como él mismo y que supone un consuelo y, ¿una esperanza? Lejos de salvar a su protagonista, Greene le obliga a descender en una espiral de traición a unos principios y compromisos morales que ahogan tanto como sostienen.

Católico y sentimental, Greene acabó por juzgar con una dureza excesiva a Scobie, un personaje al que después despreció, pero que sirvió de base para tantos de sus protagonistas. Lo mismo sucede con el resto de los personajes que penan en esa olvidada colonia, una rica y viva galería de secundarios con su propia historia y carácter, que son los primeros de los muchos grandes secundarios que creará el escritor inglés. Esa capacidad para modelar tipos humanos alejados del estereotipo es una de las grandes fortalezas creativas de Greene, y en 'El revés de la trama' el mecanismo funciona a pleno rendimiento. Quizá sea una de las claves del enorme éxito del que esta novela disfrutó desde su publicación en 1948 -que continuó con su adaptación cinematográfica de 1953, con Trevor Howard como Scobie-.

El interés de 'El revés de la trama' viene de sus propios méritos, no solo porque en ella podamos rastrear indicios de futuras obras maestras como 'El americano tranquilo' (1955) o 'Nuestro hombre en La Habana' (1958). Graham Greene es uno de los escritores que han definido el siglo XX, y en estas páginas volvemos a encontrar motivos para sostener una afirmación tan grandilocuente como cierta.