Una de las muertes recientes más sentidas en el panorama literario continental ha sido la de Andrea Camilleri. El conocido escritor siciliano, más famoso si cabe por su adaptación televisiva del comisario Montalbano, nos demuestra en este ligerísimo capítulo de las aventuras del comisario Bongioanni que sigue muy vivo porque su obra es reflejo imperecedero de su tiempo y sus gentes.

En 'Km 123', la editorial Destino nos acerca de nuevo al universo Camilleri que por reconocible no deja de ser apasionante y vibrante. Su misterio siempre está en la impredecible resolución de la trama y esa capacidad maravillosa de retratar a los estereotipos surregionales de Italia. Esa es la clave de su inmortalidad.

Se dice en la especie de epílogo que alarga esta corta y liviana novela que pocos escritores han conseguido acercar la novela policíaca, prerrogativa anglosajona a los escenarios meridionales europeos y Vázquez Montalbán o el propio Camilleri son ejemplo de un cambio de tendencia en ello. En ellos late esa Europa mediterránea tan dada al crimen de alcoba, como es trasfondo en este caso.

En 'Km 123' podemos reconocer el submundo de corrupción que late bajo la Roma deslumbrante del turista. Podemos certificar que la infidelidad convive a diario con la hipocresía católica y que la riqueza no conlleva mejores valores éticos, más bien lo contrario. La trama, con el inesperado giro final, es una lucha de apariencias y bajas pasiones que sacan lo peor del ser humano; su acceso al crimen por colmar sus pretensiones sexuales.

La manera en la que Camilleri narra ocasionalmente los hechos a partir de transcripciones literales de emails, sms y páginas de periódicos da una medida de la capacidad de adaptación que ya en su senectud tuvo a los nuevos modos de comunicación de la sociedad burguesa de nuestro tiempo. Todo un acierto, como la simplicidad elocuente de sus descripciones.