Valeria Luiselli saltó el año pasado a la élite del universo literario con una historia conmovedora, 'Desierto sonoro', que retrataba con crudeza y con un pulso narrativo sólido y bien construido, el tráfico de niños mexicanos en la frontera con EEUU. Este trabajo literario de enorme valía se alimenta con grandeza de la producción anterior de la escritora mexicana.

La prueba, estos 'Papeles falsos', que la editorial Sextopiso acaba de reeditar, diez años después de su publicación original.

'Papeles falsos' es un paseo literario por el ensayo, el libro de viaje, el diario o el reportaje, donde Luiselli se desenvuelve, en todos, ellos con una naturalidad primorosa, fruto sin duda de su libertad de pensamiento que le permite abordar y acercarse a cualquier tema con brillantez.

'Papeles falsos' son diez capítulos, diez paseos de un encanto literario singular, en los que Valeria demuestra que está embebida con placer de esa tradición de los ensayistas, especialmente anglosajones, y que como ellos alarga su mirada y la proyecta con luz critica para verter reflexiones variopintas -mas sesudas unas, mas prosaicas otras- pero todas profundizando sobre el paisaje, los lugares físicos, los escenarios soñados, por los espacios y por los tiempos.

Deliciosa y profunda su reflexión -a partir de su interés por aprender portugués- sobre una de las palabras más identitarias de lo portugués y más complicadas de definir: 'Saudade'«que es una de esas palabras intraducibles que solo comprenden quienes aman, gozan y sufren en portugués». La saudade no es nostalgia y no es melancolía. «La saudade es estrábica, mira hacia adelante con un ojo y hacia atrás con otro, por eso está inmóvil y los únicos paseos que le son permitidos son los que hace el alma alrededor de si misma». Saudade es «Pessoa, de pie frente a la ventana de su buhardilla: cuando quiero bajar hasta mi alma, me quedo de repente parado».

Curiosa, la búsqueda de la tumba de Brodsky en el cementerio de San Michele, en Venecia y su sorpresa al descubrir que Brodsky descansa al lado de «su gran enemigo» Ezra Pound.

Su mirada siempre es mas crítica y lúcida sobre lo que mejor conoce, Ciudad de México. Allí no es posible el paseo, visto como esa caminata poética del pensamiento. «Nadie en esta ciudad tiene derecho a la velocidad de paseo», salvo los que sacan a pasear al perro, los viejos, o los niños que vuelven de la escuela. Por eso defiende pasear en bicicleta, los bicicletistas, «sólo alguien montado en una bicicleta puede declararse dueño de un ánimo romanticoextravagante al pasear».

Un libro de hermosa escritura y de fascinante lectura. Un deleite.